10 septiembre 2007

El Estado de las Autonomías o el efecto Mogambo


Entre las paradojas irracionales de la censura franquista, existe una que marcó una época: la censura en la traducción de la película de J. Ford “Mogambo”. El censor, para evitar una situación de adulterio, convirtió a dos amantes en hermanos, por lo cual, para evitar el adulterio, incurrió en el incesto. Este puede ser el efecto del llamado “Estado de las autonomías”. Un invento de la tan glorificada Transición para evitar el federalismo, corre el peligro de hacernos caer en la selección o en un federalismo profundamente asimétrico.

El “Estado de las autonomías” es un estado permanente, en reparto. Mientras que el Estado Federal es un Estado repartido. De esta forma, las élites nacionalistas catalana, vasca o españolista han encontrado una fuente incesante de tensión que motiva, por si sola, su existencia. Siempre hay una nueva reivindicación competencial que hacer, un agravio al que responder o un ataque a la unidad sagrada de España del que defenderse. Quien vea como PP y ERC, por ejemplo, se retroalimentan mutuamente en el Congreso, entenderá hasta qué grado a ambos les interesa la perpetuación del “Estado en reparto” (autonomías) – y, fundamentalmente, no les interesa el “Estado repartido” (federalismo). A ambos les pasa como en aquel chiste donde un pesimista exclama: ”¡todo está fatal, nada puede ir peor!” A lo que, inmediatamente, el optimista responde: ”!Sí, sí puede empeorar¡”

Las reformas estatutarias impulsadas por el gobierno socialista de Zapatero han incurrido en el mismo error, al renunciar al objetivo de la construcción del Estado Federal, por la vía de la reforma constitucional. Para abordar el camino definitivo del Estado federal, tal como está la situación hoy en España, es necesario incluir, en la agenda política, las condiciones políticas (democráticas), para el ejercicio responsable de la autodeterminación. Especialmente en Cataluña y el País Vasco. Esto implica ser muy claro en las opciones posibles: o federalismo o secesión, con todas sus consecuencias.

Con esta reforma se cerraría la espiral de la tensión, pero también de la irresponsabilidad, para el catalanismo, vasquismo o españolismo. Clausurado el delirio del agravio y la amenaza permanente, tendrán que enfrentarse con la política real, sin disfraces míticos, ni chantajes emocionales.

El empeño en seguir remendando el “Estado de las Autonomías” puede, en definitiva, acabar como en la versión censurada de Mogambo, potenciando el centralismo españolista más reaccionario o el secesionismo más insolidario.

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