17 mayo 2007

Ley de matrimonio homosexual en España




“IV. NUEVOS DERECHOS PARA UNA SOCIEDAD EN CAMBIO.Hoy en día, todavía hay una parte importante de la ciudadanía que sigue sin tener reconocidos sus derechos. En esta nueva etapa, el PSOE y Los Verdes queremos afrontar nuevos retos que supongan un impulso a la democracia y un avance en los derechos civiles.15- La orientación sexual sigue siendo motivo de discriminación. Apostamos por la plena equiparación legal y social de lesbianas y gays, y por ello, nos comprometemos a modificar el Código Civil a fin de posibilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo y el ejercicio de cuantos derechos conlleva.”


Los párrafos anteriores forman parte del programa conjunto que el PSOE Y Los Verdes firmamos, en las elecciones legislativas del 2004. Por tanto, la ley de matrimonio homosexual fue una incorporación de Los Verdes al programa del Gobierno Socialista. La ley estaba, originariamente, inspirada en el pleno reconocimiento de los derechos civiles de gays y lesbianas. Dentro de este reconocimiento se ubica la regulación de contrato de matrimonio, entre personas del mismo sexo, con iguales derechos que las parejas heterosexuales.La derecha (Partido Popular y algunos nacionalistas vascos y catalanes) se mostró favorable, como mal menor e inevitable, al reconocimiento legal de las parejas homosexuales como parejas de hecho, con una cierta equiparación legal entre estas y las parejas heterosexuales que contraen matrimonio. La oposición, fuertemente inspirada e impulsada por la Iglesia Católica, se centró en la naturaleza de la institución matrimonial y en la capacidad legal de las parejas homosexuales de adopción de niños y niñas.


A simple vista, existía una llamativa discordancia entre la virulencia intensidad de la oposición religiosa y conservadora y la aparente naturaleza menor de la discrepancia. ¿Por qué tanto conflicto, sólo por el uso del nombre “matrimonio”? ¿Qué sentido tenía oponerse a la adopción, por parte de parejas homosexuales, cuando ya en la actualidad persona solteras o que conviven con otras del mismo sexo, pueden adoptar, sin ningún problema u obstáculo legal? También se podría preguntar, dándole la vuelta al cuestionario, por qué el Gobierno y la izquierda se empecinaban en mantener el término “matrimonio” y, con ello impedir, el consenso parlamentario.


Podríamos, pues, deducir que la polémica en torno al “matrimonio homosexual” era una polémica superflua, tanto por parte de los que se oponían como de los que defendíamos esta denominación. Pero nada más lejos de la realidad. La polémica sobre el término “matrimonio homosexual” no es un debate sobre “el sexo de los ángeles”. Pues, incluso el “debate sobre el sexo de los ángeles“, en el imperio oriental bizantino, no fue baladí, ya que supuso la introducción de la cuestión del género sexual, en las distintas formas de existencia. Del mismo modo, el debate sobre el “matrimonio sexual”, esconde también la cuestión sexual como signo de discriminación y desigualdad.


Al evitar el uso del término “matrimonio“, para las parejas de gays o lesbianas, se pretendía marcar, de forma sutil y con una técnica legislativa tan habilidosa como poco transparente, un signo de diferenciación, por parte del legislador, que puede ser usado e interpretado, en el futuro, como un instrumento de discriminación para los homosexuales. ¿Pues, si la ley de parejas homosexuales iguala en todo a las parejas heterosexuales con las homosexuales, por qué se denominan de forma distinta? ¿ No es posible interpretar, en virtud del principio hermenéutico de “economía del legislador (nada en la ley es superfluo, retórico o redundante), que tal distinción debe ser significativa? Las consecuencias jurídicas y materiales de esta sutil distinción podrían ser muy graves y acabar anulando o dañando mucho los derechos de gays y lesbianas, que la ley de matrimonio homosexual protege.


Esta sola posibilidad justifica la posición de unos y de otros, en el debate sobre si llamar o no, al contrato entre dos homosexuales, contrato matrimonial. Pero no se agotan aquí las implicaciones de este debate. Existe también una dimensión simbólica muy importante. Para la Iglesia, el matrimonio es un sacramento, al mismo nivel que el sacerdocio o que el bautismo. Es una institución de Derecho natural, que se pretende natural (biológica) y sagrada (instaurada, por medio de la ley natural, por Dios). De hecho, para la Iglesia Católica no hay más matrimonio que el canónico y, todo lo demás, el matrimonio civil, son formas de “concubinato”. La oposición católica al matrimonio civil, a principios del siglo XX, fue muy parecida y con similares argumentos a los desplegados contra el matrimonio homosexual en la actualidad.
Por el contrario, los activitas homosexuales y los defensores de los derechos civiles son partidarios del uso del término “matrimonio”, por el efecto de empoderamiento para los homosexuales y por la desacralización de la institución matrimonial que esto supone. De esta forma se refuerza la igualad, la libertad y la autonomía de los individuos sobre la losa clerical y pseudobiologicista de la institución matrimonial heterosexual.


Pero existe un motivo aún más relevante que el jurídico o el simbólico ya reseñados, por el cual la denominación no es superflua. Ese motivo es que la ampliación del concepto de matrimonio a toda unión libre y voluntaria entre individuos autónomos significa redefinir la institución más importante, de forma igualitaria, secular y democrática, en las condiciones sociales de reproducción: la familia. El matrimonio homosexual es un golpe mortal contra la “sagrada familia”. Es decir, contra la familia patriarcal y autoritaria. El matrimonio homosexual democratiza la familia de forma radical. A la Iglesia Católica, institución profundamente patriarcal y autoritaria, le preocupan profundamente las avenidas de libertad y derechos que esta reforma legal abre. El poder de la Iglesia, incluso en situaciones de Estados teocráticos, ha sido siempre del tipo que M. Foucault denominó “poder pastoral”. Un poder que gestiona y controla sigilosamente emociones, afectos, parentescos. En la familia se concentra laproducción de esos controles; la trasformación democrática de ese poder es un disparo contra el corazón del autoritarismo clerical.


Por eso los homosexuales encarnan, en esta lucha, una figura universal de reconocimiento de los derechos. Con ellos y ellas ganamos todos y todas aquellos que son y han sido víctimas de la familia patriarcal. Gana la democracia. Un cambio en las relaciones sociales de reproducción social, por medio de la institución familiar, tendrá repercusiones que hoy todavía no podemos percibir en toda sus dimensiones.
Es esta relación entre matrimonio y familia la razón profunda de que todos los autoritarios y patriarcales, que en el mundo existen, se opongan con tanta virulencia a la ley de matrimonios homosexuales. Lastima que la izquierda de toda la vida no haya entendido el calado de esta transformación y sus consecuencias materiales.


Francisco Garrido
Portavoz y diputado de Los Verdes
(Carta para acto por el matrimonio homosexual en Italia)

1 comentario:

PRIMAVERITIS dijo...

Tan solo expresarle mi apoyo desde la base.