13 noviembre 2006

El diseño verde de la ciudad


Propongo considerar el diseño verde de la ciudad (DVC) como aquel que satisfaga dos tipos de condiciones: las ecológicas y las sociales. A su vez, las condiciones ambientales están compuestas por inteligencia de adaptación y metabolismo sostenible. En el ámbito de las condiciones sociales, se integran distintas miradas de distintos actores sociales que, a modo de criterio “maximin de habitabilidad”, conforman una ciudad posible para todos y todas.

La condiciones ambientales están marcadas por el metabolismo sostenible (intercambio equilibrado y renovables de consumo de materia y energía con el entorno) y adaptación a la inteligencia del lugar (las condiciones históricas, patrimoniales, arquitectónicas y ecológicas, donde la ciudad se sitúa). Sin estas condiciones, la ciudad es inviable y genera segregación social, de la inhabitabilidad hacia los más débiles.

Por el contrario, las condiciones sociales del diseño verde de la ciudad se han de dar sobre la base de las distintas miradas y perspectivas de aquellos que sufren las peores condiciones de la inhabitabilidad de la ciudad insostenible. Se trata de usar el criterio propuesto por J. Rawls, para el diseño de una sociedad justa: el criterio maximin (elegir la mejor de las peores de las opciones). En virtud de este criterio, será más justa aquella sociedad en la que los sectores más desfavorecidos vivan mejor o con el menor nivel de desigualdad.

El diseño verde de la ciudad sería el producto de un diseño hecho desde diversas miradas, unidas, por su carácter excéntrico, al poder dominante. La mirada desde abajo (niños), desde los límites (discapacitados, ancianos), desde el género (mujeres), desde fuera (emigrantes, etnias marginadas) y desde el silencio (generaciones futuras y comunidad biótica). ¿Cómo sería una ciudad para los niños? ¿Cuál sería el urbanismo de las mujeres? ¿Qué modelo de planeamiento harían las generaciones futuras? Aquella ciudad que sea hecha desde las perspectivas, los intereses de estas distintas miradas, será una ciudad construida desde un principio de habitabilidad universal.

Estos dos tipos de condiciones dan la fórmula del diseño verde de la ciudad: sostenibilidad + habitabilidad universal. Esta formula determina las condiciones de posibilidad de la decisiones y la participación democrática. No es algo que se resuma sólo en el juego entre las mayorías y las minorías, sino en garantizar la presencia de todos y todas, incluidos aquellos que no pueden hablar (generaciones futuras, animales, naturaleza).

* Intervención en el seminario “Greening the streets”, celebrado en Barcelona el 9, 10 y 11 de noviembre, y organizado por el Grupo Parlamentario Verde Europeo, la confederación de Los Verdes del Estado español e IC-V.

24 octubre 2006

La política del PP : ¿psicopatología, extrema derecha o estrategia racional?


Hay tres hipótesis posibles, para explicar por qué un partido conservador y democrático europeo, como es el Partido Popular español, ha adoptado una estrategia que está a caballo entre el delirio (el 11-M lo fabricaron, en una cueva de Afganistán, una extraña coalición compuesta por el felipismo, la Guardia Civil, Al-Quaeda, ETA y Cebrián, a las órdenes de Polanco) y la extrema derecha (apología del franquismo, sabotaje al proceso de paz vasco, xenofobia contra la emigración).

Estas tres hipótesis son, en resumidas cuentas, las siguientes:

1- La hipótesis psicopatológica, cuyo presupuesto es que la actual dirección del PP, con Aznar en la sombra - pero a la cabeza -, ha sufrido un proceso de enloquecimiento, que le lleva a construir explicaciones delirantes para explicar sus propios errores.

2- La hipótesis ultraderechista o facha. La dirección actual del PP esta en manos de un grupo de ultraderecha camuflado, que está haciendo emerger su talante fascista. Este talante facha no tiene reparos en mentir sobre cualquier cosa, incluido el 11-M.

3- La hipótesis de la estrategia racional, ante un medio hostil. El PP sabe que existe un desencuentro básico, entre la opinión pública mayoritaria española y la derecha. Esta hostilidad política del medio social hace que el PP trate de desarrollar una agenda política distinta a la dominante. Y, para ello, necesita forzar el desplazamiento del centro político español hacia la derecha. Esto sólo es posible si se practica una política basada en el conflicto, el bulo permanente, el mantenimiento de una escalada de la tensión constante y unas dosis altas de agresividad. Esto fue lo que hizo en la oposición del año 90 al 96, pero también en el gobierno, en la segunda legislatura, desde el 2000 al 2004. La actual estrategia no sería, sino, la coherente prolongación de aquella, en condiciones de una mayor hostilidad del medio social y de una mayor debilidad del PP.


Posiblemente, ninguna de estas hipótesis lo explica todo, y todas tienen algo de participación en la generación de la actual política del PP. Pero creo que es la tercera hipótesis la que realmente explica la conducta de Acebes, Zaplana y Rajoy. Se trata de una estrategia racional que, deliberadamente, genera un discurso delirante y unos guiños políticos ultraderechistas. “Hacerse el loco” no es ninguna locura, y puede ser una inteligente y racional estrategia de supervivencia (si no, que se lo pregunten a los soldados, en tiempos de guerra). Al igual que hacer gestos fachas no tiene por qué ser facha. En síntesis, mi hipótesis es que el PP se hace el loco y el facha por que le interesa, pero que no está ni loco, ni es facha.

¿Y por qué le interesa? En la respuesta a esta pregunta es donde interviene la tercera hipótesis: la estrategia racional, ante el medio hostil. El centro político español (la mayoría social y electoral) está situado en el centro-izquierda europeo, mientras que el PP es percibido como derecha pura y dura. El desencuentro básico entre esta mayoría política y el PP se sitúa en cuatro ámbitos: la asociación al franquismo (carencia de libertades políticas y sociales), a los poderosos (carencia de política social), al clericalismo (carencia de libertades individuales) y al centralismo (carencia de derechos autonómicos). Esto hace que sectores enteros de la izquierda, los jóvenes, el mundo de la cultura, gran parte de la sociedad vasca y catalana y las clases trabajadoras madrileña y andaluza, entre otros, tengan descartado, por completo, votar alguna vez al PP.

La percepción de esta situación llevó al PP a una estrategia de desgaste de Felipe González, basada en la ocultación del programa (el famoso “programa oculto”, denunciando por los socialistas) y concentrada en dos temas, más propios de la izquierda que de la derecha, como son el GAL (la guerra sucia contra ETA) y la corrupción. Conseguida la victoria en la legislatura entre 1996-2000, hizo una hábil gestión que, aprovechando la bonanza económica (“España va bien”), se dirigió hacia la juventud y la izquierda (supresión del servicio militar obligatorio), pactos con CIU y PNV y ningún interés en reformar leyes como la del aborto, con lo que esto tenía de pleitesía hacia la Iglesia Católica.

Obtenida la mayoría absoluta en las elecciones del 2006, la dirección del PP creyó que era el momento de iniciar cambios estructurales en la opinión pública española, para conseguir cambiar la mayoría política hacia el centro derecha. No se trataba tanto de desempolvar el “programa oculto”, que seguía ofreciendo un rechazo social enorme (decretazo, guerra de Irak, asignatura de religión, reforma del sistema de seguro agrario en Andalucía y Extremadura, etc.), sino de derechizar a la opinión pública. No era, pues, un problema de cambiar la oferta política moderadamente progresista del PP del 96, sino de transformar la demanda civil.
Este era el objetivo que perseguía Aznar, con la creación de la fundación FAES (a la que, irónicamente, Haro-Teclen definió como una “fundación para la izquierda”) y con la estrategia de la “lluvia fina”, que cala poco a poco y no te das cuenta. Pero de la “lluvia fina” se pasó, en la segunda legislatura, al “ojalá caigan chuzos” y del “España va bien” al “cuanto peor mejor”.
En la segunda legislatura, el PP y Aznar cometieron errores de precipitación y soberbia, al pretender acelerar más de la cuenta los cambios inducidos de la demanda política. En ambos errores, tanto en la precipitación como en la soberbia, hay un error en la exploración del medio. La precipitación comporta una mala percepción de los tiempos de respuesta e interacción con el entorno. Y la soberbia comporta una infravaloración del entorno y una supravaloración de la capacidad de autonomía propia.

El eje de toda su política del PP, en esta segunda legislatura, fue una “agenda negra” cargada de negatividades: el peligro de la emigración, terrorismo, nacionalismos separatistas, inseguridad ciudadana, espiral de tensiones con Marruecos y Latinoamérica, etc). La cosa llegó a tal límite que el Ministro del Interior (Acebes) llegó a facilitar unas estadísticas sobre inseguridad ciudadana y delincuencia común mucho más negativas que las cifras reales (tal como desmintió el SUP). El gobierno de Aznar exageró no sólo las cifras de la delincuencia, sino también las del terrorismo y la emigración. Provocó todo lo que pudo a Marruecos (el incidente de Perejil fue un momento especialmente peligroso e irresponsable) y criminalizó a todo tipo de nacionalismo que no fuera el español.

¿Por qué esta conducta aparentemente estúpida? Si analizamos estas conductas, en función del objetivo de generar una demanda política conservadora y desplazar la agenda política hacia aquellos temas donde la derecha es hegemónica, entonces la estrategia es racional. Para generar esta demanda política conservadora es necesario centralizar la percepción social en determinados peligros y riesgos: la división de España, la invasión de emigrantes, la inseguridad ciudadana generalizada, el peligro musulmán y marroquí. De esta forma, la opinión pública española debiera sufrir un paulatino proceso de derechización que cambiaría la mayoría electoral. Si esto no ocurría, la única opción de gobierno de la derecha, en España, sería gobernar “disfrazada de izquierda” (como en la primera legislatura 1996-2000).

Esta obsesión por cambiar la demanda condujo a un conjunto de errores políticos, cuyos máximos exponentes fueron dos: la guerra de Iraq (la foto de las Azores, donde todo el mundo parecía estar preocupado, menos Aznar, que mostraba un gesto de estúpida felicidad) y las mentiras y manipulaciones sobre el atentado del 11-M. Este es un caso claro donde se verifica que dos errores no corrigen uno, sino que lo multiplica (el efecto “bola de nieve”). Se quiso tapar el error de la guerra de Irak con el error de mentir sobre los atentados del 11-M, atribuyéndoselo a ETA.

Y en esas estamos ahora, con el PP asilvestrado y practicando una oposición frontal al gobierno de Zapatero. ¿Pero es, la actual estrategia, un tercer error para tapar los dos anteriores (Iraq y las mentiras del 11-M)? ¿Sigue, el PP, todavía arrastrado por el efecto “bola de nieve”? Creo que no. Pienso que se trata de la mejor de las opciones posibles para el PP, teniendo en cuenta que la estrategia de base sigue siendo correcta (desplazar hacia la derecha el centro político español, generando una nueva demanda política más conservadora) y los errores cometidos en la segunda legislatura. La estrategia actual contiene tres objetivos: primero, no hablar de la guerra de Iraq (y en todo caso, sugerir que fue un error bienintencionado). Segundo, fabricar una enorme confusión sobre lo que ocurrió el 11-M, para mostrar que el gobierno del PP pudo haberse equivocado (las cosas no están claras), pero no mintió ni manipuló. Y, tercero y último, mantener movilizado y cohesionado a su electorado, en espera de los errores del contrario o de la desmotivación de un parte del electorado de izquierda, que se iría a la abstención. Y creo que los tres objetivos, habida cuenta de la posición tan difícil de la que se partía, están siendo cumplidos razonablemente.

El PP ha conseguido que gran parte de la agenda política del gobierno y de la opinión publicada esté cubierta con sus temas favoritos (terrorismo, nacionalismo, emigración), y ha conseguido que una parte muy importante de la sociedad (que sólo se limita al voto conservador) dude sobre lo que ocurrió el 11-M. La estrategia de comunicación se ha basado en utilizar, no sé si conscientemente o inconscientemente, un mecanismo de ilusión cognitiva por el cual tendemos a creer, como más probable, aquel relato que tiene un guión explicativo que aquel otro que tiene un guión muy simple. Es lo que el neurólogo italiano Máximo Piatelli denomina “túnel por conjunción”. Han logrado producir, también, una imagen de confrontación y conflicto permanente, que puede hacer desistir a una parte del electorado de centro-izquierda hacia la abstención.Y todo esto lo están haciendo en continuidad con el objetivo último de la derechización de la opinión pública española. Es decir, están combinando, con altos niveles de ensamblaje, una estrategia defensiva y correctiva de los errores de la segunda legislatura, con la estrategia de base de desplazamiento del centro político hacia la derecha. Esto no le garantiza, ni mucho menos, un éxito electoral inmediato, pero sí aumenta mucho las posibilidades de mantener un partido y una oposición política cohesionada, y con un suelo social y electoral consolidado y elevado.Por tanto, y retomando nuestras primeras tres hipótesis, la respuesta es que el PP utiliza la simulación de la primera (psicopatológica) y la segunda (extrema derecha) hipótesis, para hacer posible la tercera (estrategia racional de desplazamiento de la demanda electoral). El PP ni esta loco (como en la canción, saben también lo que quieren), ni es un partido de extrema derecha. Sólo ha cometido errores (y su estrategia defensiva demuestra que sabe que los ha cometido) y quiere rectificar esos errores, sin cambiar el rumbo (la estrategia de base) establecido. El objetivo sigue siendo el mismo: poder ganar unas elecciones y gobernar con una amplia y sólida mayoría electoral y social, sin necesidad de estar, permanentemente, disfrazados de izquierda.

28 septiembre 2006

La peligrosa metáfora de Monseñor Amigo


Leo en su periódico, con gran indignación moral (la moral es privilegio de los laicos, pues los creyentes lo que tienen es “temor de Dios”), la equivalencia metafórica que Monseñor Amigo, Cardenal de Sevilla (¡ojo al dato¡), hace entre la Santa Inquisición y lo que él denomina, al parecer en un reciente libro de su personal autoría, “nueva inquisición” de los laicos que critican a la Iglesia con la sola arma de su palabra y sus razones.

Es paradójico que, precisamente, el Cardenal de una ciudad como Sevilla, donde tantas personas fueron detenidas, asesinadas, cruelmente torturadas o vilipendiadas por el sambenito, a causa del tribunal inquisitorial, utilice de forma tan frívola la palabra Inquisición.

Recuerde, monseñor Amigo: “campo de los mártires”, en la actual Santa Justa, Callejón y Castillo de la Inquisición en Triana, plaza de San Francisco, geografía sevillana de infamia y del horror. Perseguidos por el simple hecho de expresar dudas sobre si “Dios es uno y trino o uno que trina”, por ser luterano (o por haber leído la Biblia), por ser homosexual (o por ser acusado de homosexual), por morisco o judaizante. O por erasmistas, por bruja, o por iluminista…, sufriendo lo indecible y, en ocasiones, pagando con su vida. Las salas de tortura inquisitoriales harían parecer un cuento para niños a las películas sadomasoquistas más gores.

La memoria de esas víctimas no merece el ultraje moral de la banalización de su sufrimiento, con metáforas, tan injustas como inmorales de Monseñor, de la libertad de expresión y de crítica, en una sociedad democrática, con la tortura, en una sociedad teocrática. Más le valdría, Monseñor, recordar metáforas más evangélicas, como aquélla de ver la “paja en el ojo ajeno, y no ver la viga en el propio”.

07 septiembre 2006

Respuesta sobre Proyecto Gran Simio a Adela Cortina (El País)


El Proyecto Gran Simio (en adelante PGS), no cuestiona las preferencias y la diferencia de especie. Lo que cuestiona, el PGS, es el extermino, la crueldad, el maltrato, la esclavitud, la cosificación de otros seres, por el simple hecho de no pertenecer a nuestra especie. En eso consiste el especismo que condena el animalismo, y no en lo que erróneamente afirma Adela Cortina, en un reciente artículo publicado en el diario El País (“La pequeña simia, El País, 6-9-2006”) [Se adjunta abajo].

En este artículo, Cortina usa, de manera fraudulenta, el concepto “especismo”, para contravenir los fines y el sentido del mismo. El fraude conceptual que realiza es muy similar a un tipo delictivo denominado “fraude de ley”, y que consiste en usar la ley para producir resultados contrarios a los previstos por la ley.

La cercanía de los grandes simios (genética, evolutiva, etológica, cultural) con nuestra especie no determina el “derecho a tener derechos” (a ser protegido del maltrato, la tortura o la crueldad), sino el modo en que esta protección se realiza. ¿Por qué? Pues porque los derechos son instrumentos de protección institucional de bienes que se consideran valiosos en si mismos. Y los bienes (cualidades, propiedades) de los grandes simios son muy similares a los del los seres humanos. Los orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos son casi humanos, tienen casi los mismos bienes y, por tanto, deben tener casi los mismos derechos.

Adela Cortina parece no entender qué significan los privilegios, cuando acusa al PGS de generar privilegios para los grandes simios. No hay en PGS privilegio alguno, pues el privilegio implica desigualdad injustificada entre iguales. Que existan leyes específicas para la protección de la infancia, para la promoción de los discapacitados o de discriminación positiva de género, no supone que los niños y las niñas, los discapacitados o las mujeres gocen de privilegios. Muy al contrario, estas leyes legitiman sus especificidad en el objetivo de impedir que la diferencia degenere en desigualdad.

Para el animalismo y para el ecologismo, la decisión política y ética central no reside en qué derechos, sino en quién tiene “derecho a tener derechos”. Cuáles sean estos derechos depende más del conocimiento empírico (esencialmente científico) que tenemos de las distintas condiciones evolutivas, biológicas y culturales de las especies, que de una decisión ética o política. Para el PGS, como para todo el animalismo y el ecologismo, es la comunidad biótica toda la que tiene derecho a tener derechos (el grado y el modo dependen de las condiciones específicas).
La identificación entre el conjunto de la comunidad biótica y el conjunto de la comunidad moral, que realiza la ética ecológica y animalista, proviene de la experiencia de la misma crisis ecológica. Esta nos enseña que la vida se basa en el entrelazamiento cooperativo, incluso en el conflicto y la competencia de múltiples formas de vida y existencia (la “trama de la vida”, que dice Capra) (interdependecia), y en la importancia irremplazable de la pluralidad de distintas formas de vida y existencia (biodiversidad y geodiversidad). La ignorancia de estos dos principios, unida a nuestro formidable potencial tecnodestructivo, conduce a la crisis ecológica y a la puesta en peligro de nuestra propia supervivencia. La guerra de bioexterminio, que la especie humana inició hace siglos, se ha revelado, en realidad, como una guerra suicida.

El intento que Cortina realiza, de reducción al absurdo de la argumentación filosófica utilitarista, en lo tocante al sufrimiento animal, no deja de ser una suerte de “pellizquitos de monja” filosóficos de una deontologista profesional (no confundir con odontólogo, por favor) al “eterno rival” utilitarista. No es cuestión de entrar aquí en un debate sobre la evolución del utilitarismo y las diferencias entre el utilitarismo de regla y el de la media, o la importancia del consecuencialismo.

Al final del artículo, Adela Cortina apuesta más para evitar el sufrimiento animal, por la responsabilidad que por los derechos. Sin que explique muy bien que tiene eso que ver con la crítica al utilitarismo y a las supuestas incoherencias especisistas del PGS. Vuelve a ignorar, Cortina - y esto sí es achacable al talante de su tribu filosófica -, que no hay responsabilidad (obligación) sin derecho, aunque sí puede haber derecho sin responsabilidad. La prueba de ello es que no existen obligaciones o responsabilidades, para con uno mismo. Apostar sólo por la responsabilidad, sin derechos, es seguir negando los derechos y, por tanto, finalmente, también la responsabilidad. Por eso, el PGS apuesta por los derechos, de los cuales se deriva la responsabilidad legítima, la de respetar los derechos.

En algo sí estoy, por fin, totalmente de acuerdo con el artículo de Adela Cortina: la injusta discriminación de género que supone hablar de grandes simios y no de grandes simias. Es cierto. Debería corregirse este sesgo sexista en el lenguaje. Pero debería también, Adela Cortina, “aplicarse el cuento” a sus propios textos. Les cito el título de un artículo publicado por esta autora, en la Revista Iberoamericana de Educación (número 7, enero-abril de 1995): “La educación del hombre y del ciudadano”.

Francisco Garrido

La pequeña simia
ADELA CORTINA
EL PAÍS - Opinión - 05-09-2006

Si yo fuera una pequeña simia, estaría francamente molesta. ¿A qué cuento viene defender un "Proyecto Gran Simio", excluyendo a las simias y a los pequeños simios? ¿Por qué esa doble discriminación?

Dejar fuera al sexo femenino ya es habitual, claro, pero no por eso menos inaceptable. Se me dirá: pero es que el rótulo es traducción del inglés (Great Ape Project), y en ese idioma los adjetivos no se modulan con géneros gramaticales. Más a mi favor. Traducir no es copiar de forma servil, y un buen traductor vierte el original al nuevo idioma, haciéndolo accesible a sus hablantes. Así pues, en principio: simio y simia, o viceversa.

Pero después la cosa se complica: ¿por qué grandes y no pequeños y pequeñas? No se entiende. En lo que se me alcanza, una de las razones fundamentales para la defensa de los animales es evitar caer en el "especieísmo" o "especismo", término acuñado por Richard Ryder en un escrito sobre los experimentos con animales, que se utiliza ya habitualmente para criticar la posición de quienes justifican dar preferencia a los seres humanos por pertenecer a la especie Homo sapiens.
Aseguran los críticos del especismo que la naturaleza como tal no privilegia a ninguna especie sobre otra, y en esto llevan razón, como ya decían hace un par de siglos filósofos como Kant. Los terremotos y la erupción de los volcanes -aseguraba Kant con todo acierto- destruyen a todo tipo de seres y no se detienen con respeto ante ninguno de ellos. Son precisamente los hombres quienes aseguran que los miembros de la especie humana tienen derechos a los que corresponden deberes. Y eso -concluye el crítico del especismo, a diferencia de Kant- es una decisión tan arbitraria como podría serlo recurrir a otros límites biológicos, como la raza, y entonces incurriríamos en racismo, o el sexo, lo cual nos llevaría al sexismo. A fin de cuentas -continúa el crítico del especismo-, los seres humanos pertenecen al género "animal" y no se ve por qué es de recibo venerar con mayor entusiasmo a una de las especies que componen ese género, o por qué no se privilegian otras delimitaciones biológicas. Limitarse a la especie es arbitrario y, por tanto, caer en especismo.

Ocurre, sin embargo, que en textos oficiales de nuestro país, en los que se propone adherirse al Proyecto Gran Simio, se alude, como motivos para sumarse al proyecto, a "la cercanía evolutiva y a la vecindad genética que tenemos con nuestros parientes, los grandes simios (secuencia del ADN de los grandes simios)", y al hecho de que compartamos "la inmensa mayoría de nuestro material genético con estos seres", de donde se sigue que son "compañeros genéticos de la humanidad".

Si éstas son las razones, no parece que podamos librarnos del sambenito de especistas, porque lo único que hacemos es seguir privilegiando a nuestra especie y extender el privilegio a aquellos que se nos asemejan, a nuestros parientes. Y sabido es que las gentes no suelen defenderse sólo a sí mismas, sino a ellas y a sus parientes, incluso a sus amigos. Aquellos que demuestren cercanía genética con nosotros, incluidos en el club de los que tienen derechos y son destinatarios de deberes directos. Los demás, ya veremos más adelante. No parece un razonamiento muy contundente, entre otras cosas, porque igual de arbitrario es incluir sólo a la especie humana, que a ésta y a sus allegados. Por eso los animalistas en realidad no deberían estar de acuerdo con este proyecto, ni tampoco los críticos del especismo en general, ni, en particular, los utilitaristas y los que defienden los derechos de los animales por reconocerles un valor interno.

En lo que hace al utilitarismo, verdad es que quien lanzó este proyecto en primera instancia, Peter Singer, es uno de los más destacados defensores de los derechos de los animales. Pero su razón para defen-derlos no puede ser la del parentesco genético, sino una que no privilegia a los grandes simios frente a los demás. Acogiéndose a la bellísima declaración de Jeremy Bentham "la cuestión no es ¿puede razonar?, ¿puede hablar?, sino ¿puede sufrir?", el límite del reconocimiento de derechos se situaría en la capacidad de sufrir.

Ciertamente -asegura el utilitarista-, todos los seres que tienen capacidad de sufrir tienen por lo mismo intereses: el interés en no sufrir y sí disfrutar. Las decisiones deben tomarse, pues, atendiendo a esos intereses, es decir, al mayor bien del mayor número de seres con capacidad de sufrir. Entendiendo por "mayor bien" evitar en el mayor grado posible el sufrimiento y aumentar el placer de dichos seres. Lo cual obliga, claro está, a calcular en cada caso qué puede proporcionar mayor bienestar a la mayoría, qué seres son capaces de sufrimiento mayor y más intenso, y cómo queda la suma del conjunto.

Puede que en ocasiones los simios grandes puedan sufrir más que los pequeñitos. Pero en buen cálculo utilitarista, el sufrimiento de muchos pequeños puede ser superior al de unos pocos grandes, y ésa es una razón contundente para incluirlos en el proyecto. La medida del sufrimiento no es la de la cercanía genética, y cuando se empieza a calcular el número de individuos que sufren y la intensidad relativa de sus sufrimientos, tener en cuenta sólo a unos pocos es absolutamente arbitrario.

En un sentido cercano, un animalista destacado como Tom Regan critica al utilitarismo por entender que los cálculos de mayorías pueden sacrificar a individuos concretos. Por eso propone seguir reconociendo que los seres humanos tienen un valor interno y, por tanto, derechos, pero propone también extender esta consideración a todos aquellos seres que son capaces de experimentar una vida. De ellos habría que decir -piensa Regan- no sólo que tienen intereses, como asegura el utilitarista, sino también que tienen un valor inherente. De donde se sigue que deberían reconocerse derechos a todos ellos, sin necesidad de cálculos del mayor bien que pueden aplastar a los individuos.

Viene a la memoria el discurso de Hermann Daggett The Rights of Animals, pronunciado en 1791 en el Providence College de Yale, asegurando que Dios ha dado a todas las criaturas una esfera en la que desenvolverse y también unos privilegios que pueden llamar suyos, de donde se sigue que hay derechos de los animales tan sagrados como los de los hombres. O más todavía, la figura luminosa de Francisco de Asís reconociendo la fraternidad con la naturaleza toda.
Pero tales recuerdos y el discurso anterior no hacen sino abrir un gran número de preguntas bien difíciles de responder. ¿Dónde poner el límite de los derechos que reclaman justicia? ¿Dónde el de la vulnerabilidad que exige una protección responsable por parte de quien puede ejercerla? ¿En la especie humana? ¿En la capacidad de sufrir? ¿En el género animal? ¿En la naturaleza toda?

Tal vez la solución no consista en extender el discurso de los derechos a todo bicho viviente, sino en potenciar la responsabilidad de quienes pueden proteger a seres que son valiosos y vulnerables y no lo hacen. En este caso, potenciar la responsabilidad de los seres humanos.

Adela Cortina - es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor.

05 septiembre 2006

Las aparentes paradojas de la Ley contra la Violencia de Género


El aumento del número de mujeres asesinadas, diez más que el año anterior, después de la entrada en vigor de la Ley contra la Violencia de Género, es un dato que puede dar pie a interpretaciones y valoraciones profundamente erróneas. Especialmente, por parte de aquellos que nunca quisieron esta ley y que la tuvieron que aceptar a regañadientes.

Esta ley no ha fracasado porque aumenten las víctimas, de forma inmediata. Porque ese no es el objetivo, sino la consecuencia del que sí es el objetivo principal: dotar a las mujeres de instrumentos jurídicos, materiales e institucionales frente a la dominación de género. Esta ley fracasaría si hoy las mujeres no tuvieran más poder para defenderse de la violencia de género y para reafirmar su libertad, su autonomía y su seguridad. Y eso no ocurre ahora por que esta ley ha posibilitado más poder y más igualdad a las mujeres.

La ley va dirigida a la raíz del problema, que no es, sino, la dominación y la desigualdad de género de los hombres sobre las mujeres. Y es de esta raíz política y social de la que surge la violencia , el maltrato y el asesinato. Ante el aumento del empoderamiento de las mujeres, la violencia del dominador, en un primer instante, como que en el que estamos en estos meses, se radicaliza y extrema. Ha sido siempre así, en todo proceso de emancipación. Esta es una ley que atiende a un problema político, no sólo a conductas individuales desviadas. Sin abordar este problema político de la dominación de género, es muy difícil que remita la violencia o el maltrato. Al igual que si abordara el racismo, sería muy difícil que se redujera, significativamente, la violencia racista.

Esto no implica que no revisemos, críticamente, tanto la ley como su aplicación, para mejorarla y detectar vacíos, errores, insuficiencias que facilitan la labor de los maltratadores y asesinos. Son muchas las cosas que quedan por hacer en esta materia, y es urgente e imprescindible hacerlas. Pero ese no es el núcleo central de la cuestión. El núcleo central, lo repito de nuevo, es la dominación institucionalizada de género.

Para entender mejor la naturaleza política y compleja de los asesinatos de género, es preciso analizar cómo la totalidad de los cincuenta asesinatos que ha habido, en lo que llevamos de año, se han producido cuando la mujer ha dicho no al maltrato, no a la dominación o, sencillamente, ha pretendido elegir su propio camino. Bien por que ha roto la relación sentimental, bien por que ha solicitado el divorcio o porque se ha alejado físicamente del control del hombre. El asesino de género lo que pretende matar, con el crimen, es la libertad de la mujer, que le resulta insoportable. Por ello, si ese es el objetivo del asesino, es el bien que trata de proteger la ley.

Veamos algunos datos más, en este sentido. De las cincuenta mujeres asesinadas (escribo a la altura del 2 de septiembre), más de la mitad han sido asesinadas por sus maridos (57%) y las restantes por sus novios o compañeros. El 40% de los asesinos, o se ha suicidado (el 26 %) o lo han intentado (el 14%). De aquellos asesinos que ni se suicidan, ni lo intentan, el 43% se entrega voluntariamente, y el restante 57% es detenido sin muchas dificultades. De tal modo que, la totalidad de los asesinatos de estas cincuenta mujeres, o están muertos o están detenidos.
Como se puede ver, por medio de este breve resumen de datos, nos encontramos ante un tipo de criminalidad especial. La función disuasoria de la amenaza de la pena es pavorosamente inútil, cuando el delincuente busca su propia autodestrucción o se entrega voluntariamente a la justicia. Pero la violencia de género no se limita al asesinato, sino que incluye prácticas constantes y cotidianas de maltrato que, sí pueden ser previstas y evitadas por la ley, y que las estadísticas oficiales no reflejan, por la enorme dificultad de medición de las mismas. Y en este capítulo sí que estoy convencido que la ley está ya teniendo efectos positivos de disminución. Y el tiempo lo dirá. Una prueba de ello es el aumento de la denuncias y, desgraciadamente, otra vez la cruel paradoja de la emancipación, en el aumento de los asesinatos.

Aquí vale también aplicar esa feliz y famosa frase de Antonio Gramsci “del optimismo de la voluntad y del pesimismo de la inteligencia”. Que sigan creciendo los asesinatos de género no es ningún fatum que haya que aceptar cono inevitable. Podemos y debemos detener esta espiral enloquecida (optimismo de la voluntad). Pero los éxitos de esta lucha y de esta ley no se pueden medir en exclusiva por el número de víctimas (pesimismo de la inteligencia), sino por el grado de libertad y seguridad que ha dado a las mujeres. Y ese es, hoy, más alto que el que tendrían, y tendríamos, si no tuviéramos una ley como esta.

04 septiembre 2006

La TAUROMAQUIA: entre la banalidad del mal y el fascismo de especie


La filósofa judía y alemana H. Arent, en un conocido texto sobre el juicio a un burócrata nazi, celebrado en Israel (“Eichmann en Jerusalén”), reflexionaba sobre la naturaleza banal del mal. Eichman era un hombre gris, sistemático, meticuloso, perfeccionista, fiel cumplidor de sus obligaciones profesionales y familiares, interesado atentamente por la salud, los estudios y el bienestar de sus hijos, sin sombra alguna de fanatismo ideológico ni de odio étnico o iluminación religiosa. Era, en fin, un buen y honrado hombre común alemán. Pero ese hombre honrado planificó, técnicamente, el exterminio de millones de hombres, mujeres y niños judíos en las cámaras de gas.

¿Cómo era posible esto? ¿En qué momento, a partir de qué resorte mental, el honrado y pulcro funcionario prusiano se convierte en el carnicero nazi? Eichman era un individuo para el cual los límites de la comunidad moral coincidían exactamente con los límites del derecho público alemán. No era un ciego, era un miope moral, incapaz de percibir, y mucho menos sentir, el sufrimiento ajeno. Sólo así se puede explicar la distancia entre el honrado funcionario y el frío genocida.

He recordado estas reflexiones de Arent, a partir de los correos electrónicos que estoy recibiendo, algunos de ellos muy poco amistosos y educados, por la propuesta de suprimir las subvenciones públicas a las corridas de toros. Los taurinos - que son muchos menos de los que ellos dicen, pero muchos más de lo que la decencia y la cordura aconsejarían - se defienden proclamando que, entre sus filas, hay ilustres intelectuales, artistas renombrados, hombres y mujeres de izquierda. En definitiva, buena gente. Y no seré yo quién lo niegue. De hecho yo mismo conozco a un puñado de estos.

¿Entones, cómo es posible que se sea buena gente y, al mismo tiempo, tan insensible ante el sufrimiento animal? Que se acuda a la muerte y tortura de un animal, como si se tratara de un concierto de música o de una obra de teatro… Y aquí es donde retomo la tesis de Arent, sobre la banalidad del mal, a propósito de Eichman. Los taurinos, al menos muchos taurinos (los “buena gente”) son también, como Eichman, unos miopes morales, incapaces de trascender las fronteras de la especie, violando así el sentimiento innato de compasión ante el dolor, con el que todos y todas nacemos y nos socializamos. La banalidad del mal es el soporte social de los fascismos de todo tipo. Los fascistas no son millones, pero los banales sí. En el caso de los toros y del maltrato animal, estamos ante el soporte del fascismo de especie, que concibe al ser humano en guerra permanente de explotación y exterminio sobre el resto de los seres vivos, a los que se les invisibiliza como seres y se les representa como cosas.

07 junio 2006

Elogio a la apostasía o a la libertad de elegir


Hay palabras que huelen … y apostasía huele a hoguera y a tribunal del Santo Oficio. Cuando la oigo decir, más que cuando la leo, me viene siempre a la memoria el emperador romano más odiado y vilipendiado por el cristianismo (más que Nerón, que Tiberio o que Calígula): Juliano el Apóstata. El emperador que quiso parar y dar marcha atrás en la Historia; volver de nuevo al paganismo y hacer pública renuncia del catolicismo. Odiado más por retrógrado que por pagano. Estuvo a punto de dar al traste con la teogonía progresista de la Historia, que el cristianismo representa. El tiempo lineal cristiano, victorioso sobre el tiempo cíclico pagano del eterno retorno. Juliano puso en peligro a la Religión de la Historia, haciendo entrar a la religión (la contingencia, la libertad, la fuerza) dentro de la Historia. Por eso le llamaron "maldito los siglos". Al fin y al cabo, estuvo a un triz de aguar la fiesta y de cambiar el guión de la trola más grande jamás contada.

Así que la palabra apostasía se mueve en mi imaginario, y creo que el de muchos otros, entre el terror de la persecución y el oprobio de la infamia. Pero si nos reponemos de estas primeras impresiones sensitivas (olor, temor, vergüenza), emerge una poderosa asociación entre la apostasía y la libertad. Incluso, si me apuran, extiendo la asociación hasta la soberbia. La apostasía es un acto de soberanía individual, de quien no quiere estar donde no ha decidido ir. La palabra apostasía - aclarémoslo ya, por si hay alguien no lo sabía - es una palabra del Código de Derecho Canónico, definido como: "el rechazo total de la fe cristiana" (Canon 751), y la enumera entre los delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia, castigados por excomunión latae sententiae (Canon1364). El derecho canónico distingue netamente la apostasía de la here­jía. Herejía es la "negación pertinaz, después del bautismo, de una ver­dad que ha de creerse". Apostasía es el rechazo total de la fe.

En términos un poco más simples, coloquiales y menos dramáticos, la apostasía es la acción de solicitar la baja en la Iglesia Católica. La baja voluntaria, claro está. Es el ejercicio práctico de un derecho que la Iglesia se resiste a admitir, y que provoca continuas dilaciones, retrasos y obstáculos a aquellos que lo solicitan. Y aquí es donde está el problema de miles de personas que han solicitado la baja, en los últimos años, en España. No pueden salir de la Iglesia. Literalmente, están condenados a ser miembros involuntarios de una confesión religiosa. Muchos y muchas son los que se niegan a ser utilizados como militantes católicos, en las reclamaciones de financiación pública de los obispos.

Muchas de estas personas se han dirigido al Congreso de los Diputados, denunciando que llevan años intentando apostasiar y que, por un motivo u otro, la Iglesia no les deja. La iglesia se convierte, de esta forma, en una especie de “huerto del francés”: el que entra no sale más de él. Antes, la apostasía conllevaba la muerte física. Ahora la muerte civil, en cuanto que no te permiten elegir el pertenecer o no a una confesión religiosa.

La apostasía pública y responsable que estas personas deciden es un acto de profundo respeto a las creencias religiosas que no comparten. El apostata es mucho más respetuoso con la religión que aquellos que celebran misas sin Dios y ritos sin fe, adosados a un Catolicismo social, cargado de hipocresía (sepulcros blanqueados). El apóstata respeta a lo que no cree, rindiendo tributo a la verdad de su conciencia y de su libertad. Yo, si fuera católico, sería el más firme defensor del derecho a la apostasía .

Por todo ello, hemos tenido que proponer una Proposición no de Ley, para que el Gobierno haga efectiva la protección de los dos derechos fundamentales que están aquí en juego: el derecho a la libertad de asociación y el derecho a la libertad religiosa e ideológica. La Iglesia está obligada a conceder, ipso facto, las solicitudes de baja que cualquier ciudadano solicite. Y el Estado está obligado a hacer cumplir y proteger estos derechos. Y, de lo contrario, a actuar contra los que, obispos o no, lesionen estos derechos.
Francisco Garrido

17 mayo 2006

La Izquierda y la peligrosa idea de Darwin...


Peter Singer, uno de los promotores del Proyecto Gran Simio, publicó, hace pocos años, un librito que se denominó “Por una izquierda darwinista”, en el cual abogaba por una síntesis entre los ideales igualitarios y emancipatorios de la izquierda y los condicionantes etológicos, biológicos y ecológicos de nuestra especie. Arremetía, así, contra una izquierda idealista, de raíz más hegeliana que marxista, que ha hecho de lo social una nueva reencarnación del espíritu, más allá, de todo límite material y físico.
Para Singer, la asunción de las tesis evolucionistas del darwinismo era la prueba de fuego de esta nueva síntesis neomaterialista. Los objetivos políticos de la izquierda podían encontrar un suelo firme de realización y fundamentación en ciertas disposiciones biológicas animales. El recuentro entre el animal que somos y el animal que hemos llegado a ser es, para Singer, el mejor y más directo camino hacia una civilización sostenible, pacífica, democrática e igualitaria.La ignorancia de estas constricciones biológicas y materiales han conducido a la especie humana al “delirio de omnipotencia”, que tiene como efecto la crisis ecológica. Pero también ha provocado el fracaso de la realización de los ideales de la izquierda. Sin esta adaptación a la realidad primordial de la izquierda, le queda el refugio de las utopías. Compite ahí en el mismo territorio de las religiones: el consuelo o la alucinación.
Por esto Marx, que tuvo una clara vocación materialista, atacó despiadadamente al socialismo utópico, tanto o más que al liberalismo o al conservadurismo religioso.Si como diría R. Dawkins, el único objetivo común de todo lo que existe es reproducirse (o durar, que dijo también Bergson), serán éticamente preferibles aquellas estrategias más exitosas que alcancen mayor y mejor nivel de extensión de la vida y su diversidad (tanto individual como colectiva).Llegados a la situación en que estamos (posibilidad de desaparición de nuestra especie), hemos de plantearnos el uso de nuestros propios artilugios evolutivos (mucho de ellos de carácter simbólico o cultural), para salir de esta fatal encrucijada.
La disyuntiva no está ya entre “socialismo o barbarie”, como gritaron Castoriadis o Morin, sino entre “ecología o aniquilación”.En ese bagaje cultural de nuestra especie, los ideales y principios de la izquierda se muestran mucho más naturalmente eficaces para la conservación de la vida. Valores como la cooperación, la interdependencia, el pluralismo, la igualdad, forman parte de la economía moral de la izquierda y son imprescindibles para la sostenibilidad.Esta dimensión cultural o simbólica de la humanidad nos ha hecho una especie muy eficiente, desde el punto de vista cognitivo y conductual. Por ejemplo, tenemos un lenguaje que con 80.000 palabras somos capaces de elaborar una trama casi infinita de expresiones, descripciones, instrucciones, mensajes. Igualmente ocurre con los números naturales. Esta extrema eficiencia antropológica ha generado una gran superioridad competitiva con nuestro entorno, y ello un desbordamiento de los límites ecológicos de nuestro ambiente.
La paradoja es que, a base de eficiencia cognitiva (interna), hemos alcanzado un altísimo grado de ineficiencia social y ecológica (externa). Podemos decir que la soberbia que ha emanado de nuestra eficiencia interna nos ha conducido al olvido del modelo de eficiencia externa que son los ecosistema naturales.El giro ecológico y biológico implica poner de acuerdo la eficiencia evolutiva (cognitiva) de nuestra especie con la eficiencia tecnológica (metabólica) de la misma, en relación al ambiente.
El modelo para la eficiencia y la sostenibilidad está allá en la naturaleza (la biomímesis), pero también está en nuestra propia naturaleza (neuromimesis). Aprender de nuestro cerebro, de nuestras relaciones sociales primordiales, para organizar nuestras relaciones ecológicas. En el mismo plano donde surge el problema del metabolismo ecológico insostenible de la especie humana (en la eficacia cognitiva y social) reside gran parte de la solución (la neuromímesis). Si la biomímesis nos enseña cómo organizar de forma sostenible nuestros intercambios metabólicos con la naturaleza, la neuromímesis y etomímesis nos deben enseñar cómo autorganizarnos, para que la biomímesis sea más fácil y posible.
En esta reconciliación con la eficiencia original de la que venimos, juega un papel fundamental la etología animal y, en especial, la primatología. En los grandes simios están muchas claves del hombre y de la mujer que fuimos y que somos. Por ejemplo, la función del juego y del sexo, en las sociedades de bonobos, nos ilustran como es posible el uso del tiempo y del goce, rico en el despilfarro improductivo y austero, en el uso de los recursos materiales.Conservar y proteger a los grande simios no sólo es un deber derivado de la responsabilidad que hemos contraído, por haber alcanzado las altas cumbres de la destrucción mutua asegurada, (principio de responsabilidad de H. Jonas), y de la necesidad ecológica de proteger la biodiversidad. Es, también, una fabulosa oportunidad pedagógica para nuestra especie. No podemos avanzar, en nuestra renaturalización, sin ampliar los horizontes de la igualdad; sin reconocerlos como semejantes.Al igual que las estrategias económicas y tecnológicas sostenibles (la economía solar, por ejemplo) que hemos aprendido, por medio de la biomímesis, es la única infraestructura material y tecnológica capaz de generar un mundo donde sostenibilidad y justicia se complementen. Donde el modelo productivo sea ecológicamente universalizable a toda la especie humana. De igual modo, la neuromímesis y la etomímesis sientan las bases de la tecnología política, ética y jurídica, capaz de dotar de suelo ontológico a la realización de los principios y valores de la izquierda y de la sostenibilidad.
Estamos en las puertas de una era biopolítica, donde la vida se convertirá en la principal categoría política. La izquierda darwinista está llamada a ser la izquierda de la era biopolítica, de igual forma que el socialismo fue la izquierda de la era industrial. Todo esto no lo ha entendido la izquierda tradicional, demasiado concentrada en el idealismo sociologista, el mecanicismo funcional y en el atomismo ontológico. Empeñados en reducir la igualdad a una generación y a una especie, en cambiar sólo las relaciones, y no las formas mismas de producción. Con ojos sólo para la explotación social, pero ciega ante la insostenible explotación de los recursos naturales del metabolismo social. Esta izquierda es el vivo ejemplo de la impotencia, de la jeremiada permanente, del moralismo inocuo. Como las religiones, sólo le queda institucionalizar los usufructos emocionales de la impotencia, por medio de una economía del rencor.
La izquierda biopolítica debe retomar el impulso spiniozista hacia la potencia y la piedad, hacia la política de la alegría, que surge y asienta alianza con la vida, como categoría política. La “peligrosa idea de Darwin “, es el título de un magnífico libro del filósofo D.Dennett, donde nos informa de lo cambios profundos que la propuesta darviniana tiene para nuestro mundo. Entre Darwin y Spinoza está el futuro de una izquierda que debe hacer suyo el aserto del pensador judío holandés, cuando escribió: ”Nadie sabe lo que puede un cuerpo”….
Francisco Garrido Peña

Chernóbil, veinte años después: Razones para no resucitar al monstruo


En estos días, conmemoramos la catástrofe nuclear de Chernobyl, que ha costado decena de miles de muertes de personas, centenares de miles afectadas gravemente en su salud, millones de hectáreas contaminadas, y miles de años por delante para descontaminar. Es bueno recordar esto, ahora que algunos quieren resucitar el monstruo nuclear.¿Cuáles son las razones que aducen los que plantean rebatir el debate nuclear? Básicamente tres:Primera, la energía nuclear es la única alternativa para sustituir a los combustibles fósiles, como única forma de parar el cambio climático.Segunda, la energía nuclear es más barata que los precios que alcanza el petróleo y el gas, por su progresivo agotamiento.Y tercera, la energía nuclear nos hace menos dependientes del exterior, en materia energética.
Los argumentos sobre el cambio climático no pueden ser estatales, y han de ser necesariamente mundiales. Por ello, para valorar este argumento, observaremos una de las propuesta más serias de sustitución de generación de electricidad con combustibles fósiles por energía nuclear: el programa realizado por la Intenacional Energy Outlook y que ha criticado, de forma muy rigurosa, el investigador catalán del MIT, Marcel Coderch. Para que esta sustitución sea posible, es necesario construir, antes del 2030, unos 4500 reactores nucleares tipo 1GWE, 146, para renovar el parque nuclear actual, y 76 más para cubrir el aumento de la demanda previsto. En total, 4740 nuevos reactores nucleares. Esto supone un reactor nuevo cada dos días, de aquí a los próximos 25 años. Hay que tener en cuenta que cada reactor tarda no menos de cinco años en construirse ¿Cómo seria esto posible? ¿Cuál sería la situación del cambio climático cuando se lograra poner en funcionamiento todo el nuevo e inmenso parque nuclear necesario? No podemos ignorar que en el periodo de más construcción de reactores nucleares (1963-1988) se construyeron sólo 423 (17 reactores por año).Si estos nuevos 4740 reactores no son de cuarta generación (de neutrinos rápidos de ciclo cerrado), sólo se podrán instalar en países seguros políticamente, pues de los residuos del combustible nuclear de los reactores convencionales actuales se puede extraer plutonio y, con ello, fabricar bombas atómicas (mirar la crisis del programa nuclear iraní). Los reactores nucleares de neutrinos rápidos de ciclo cerrado no estarán en funcionamiento, si es que alguna vez lo están, hasta dentro de 30 a 35 años .Sobre las ventajas comparativas entre el precio del combustible fósil y la energía nuclear, hay que decir que si las causas del aumento del precio de los combustibles fósiles son la cercanía del cenit y la ubicación geoestratégica inestable de los yacimientos, estas dos mismas causas se repiten en el uranio nuclear. Para el programa de las 4740 nuevas centrales, se necesitaría una media de extracción de uranio de 700 Kt anual, lo cual supone multiplicar por ocho la capacidad de extracción actual. Estaríamos también, en no menos de 40 años, ante el cenit del uranio y el aumento de su precio. Esto por no hablar de los costes de construcción de una central nuclear (nueve veces superior a una central térmica) y de las externalidades negativas, como los residuos eternos. ¿Cuánto costaría el KW nuclear, si internalizáramos el coste del almacenamiento y cuidado de residuos a 5000 años vista?Por otro lado, para construir 4740 nuevas centrales y una extracción de 700 kt de uranio al año, es necesario consumir muchos combustibles fósiles, con mucho miles de millones de toneladas de CO2 que acelerarían el cambio climático.Por último, la tercera razón, la vamos a circunscribir al ámbito estatal español: la dependencia energética exterior. El combustible nuclear que usan hoy las centrales españolas se importa en un 83%. La tecnología nuclear es, en casi en su totalidad, también exterior (americana y francesa). ¿Dónde está, pues, la autonomía y estabilidad, en el suministro de la energía nuclear?Como vemos, no hay atajos ilusorios para el cambio climático y la crisis energética. La única alternativa es la apuesta por la diversificación de fuentes, la eficiencia y por las energías renovables. El sol proyecta sobre la tierra un potencial energético ocho mil veces superior a la totalidad del consumo final de energía solar del planeta, actualmente. Recibimos, al año, ocho mil veces la energía total que consumimos. Los obstáculos para una economía solar y eficiente no son tecnológicos, sino políticos, y hay que removerlos políticamente. En esa tarea está empeñado este Gobierno.
Francisco Garrido Peña

26 abril 2006

Proyecto Gran Simio: Ampliar los límites de la comunidad moral


Los Grandes simios (chimpancé, gorila, orangután, bonobo) son homínidos y miembros de la misma familia de la que forma parte la especie humana. Comparten con nosotros más del 98% del genoma y unas características neurocognitivas, culturales y conductuales muy parecidas. Son capaces de aprender, comunicar y transmitir lenguajes como el de los sordomudos y tienen conciencia reflexiva de si mismos, relaciones de parentesco, identidad propia y reconocimiento de la alteridad del otro.
Pues, estos seres que están muy cerca de lo humano han sido considerados - o mejor dicho, desconsiderados -, hasta ahora, como meros objetos, juguetes o cosas ajenas a toda semejanza. Los grandes simios han sido torturados, maltratados, esclavizados y asesinados. Los hábitat (los bosques y selvas primarios) donde viven están siendo aniquilados y, según Naciones Unidas, se encuentran en un serio peligro de extinción.Por eso, surge Gran Simio y la Proposición no de Ley que hemos registrado en el Congreso. Perseguimos tres objetivos: evitar la desaparición de estas especies, conservando sus hábitat naturales. Prohibir la tortura, muerte o maltrato de los mismos. Y, finalmente, prohibir la esclavitud de los grandes simios, reconociendo un cierto principio de autonomía que debe ser respetado. Vida, dignidad, integridad y libertad: estos son los derechos que queremos para los grandes simios.
Algunas voces se han alzado diciendo que no se pueden conceder derechos humanos a los simios; que los hombres (sólo los hombres?) deben estar primero o que el esfuerzo debe dirigirse a los problemas humanos. Esto, por no conmutar las descargas clericales sobre la dignidad de la persona. Trataré de responder, brevemente, a cada una de estas objeciones.
(a) No se pueden conceder derechos humanos a animales.Todos los seres humanos son animales. No hay ningún ser humano que no sea animal. Es más, todo ser humano que no fuera animal sería, sencillamente, inhumano. Todos los derechos son humanos, ya que no hay ningún derecho que no sea humano, pues el derecho es una invención cultural (un meme) humano. Veamos en que consiste un derecho: es el reconocimiento ético, jurídico y político de un bien o facultad que debe ser protegida por el Estado y la Comunidad. Esto implica que no hay ningún derecho que se conceda a un animal que no sea humano. El verdadero problema no reside en si se conceden o no derecho humanos a los animales, sino cuáles son esos derechos y a qué tipo de animales se les otorgan. Y es aquí donde planteamos que los grandes simios, que tienen conductas e instituciones sociales protomorales y protojurídicas, deben de gozar de tres derechos básicos como son la vida, la dignidad e integridad y la libertad. En la historia del derecho, se han reconocido derechos a muchas entidades no humanas (figuras o entidades míticas o religiosas). Las entidades colectivas tampoco son humanas. Este es el caso de las naciones, las etnias, el género. Por ejemplo, pongamos España (léase Cataluña o Andalucía): no reúnen ninguna de las propiedades de los humanos. No tienen cuerpo ni forma humana; no hablan, no tienen cerebro ni sistema nervioso central. Las naciones, pues, son menos humanas que los grandes simios. Pero, sin embargo, a España - o a Cataluña, o a Andalucía - sí se le reconocen derechos nacionales o derechos históricos, cuando son menos humanos que un chimpancé o un bonobo.
(b) Primero los hombres…¿Y las mujeres, no son primero también? El intento de construir una jerarquización excluyente entre los seres vivos no sólo conlleva la separación radical entre animales y humanos, sino también la fragmentación excluyente entre los mismos seres humanos, por razón de género, etnia, clase social o discapacidad. ¿Por qué contraponer esta extensión de algunos derechos básicos, más allá de la frontera de la humanidad, a la preservación de estos mismos derechos, dentro de la especie humana? Lo que la conciencia y la ética ecológica nos dicen es exactamente lo contrario, que es la cooperación de la biodiversidad de especies lo que hace posible que la vida y, en concreto, la vida de nuestra especie exista . La lógica de la exclusión y la oposición entre especies es la que conduce a la crisis ecológica y a la puesta en peligro de nuestra propia subsistencia como individuos humanos… No hay ninguna contradicción entre los intereses de subsistencia de las especies entre si, sólo entre individuos de algunas especies. Por tanto, no es necesario elaborar una escala de la exclusión. La conservación de los bosques primarios, donde viven los grandes simios, es fundamental en la lucha contra el cambio climático y en la preservación de la biodiversidad y bioproductividad. Conservando estos bosques, se conserva el futuro de los grandes simios, pero también el de la humanidad.
(c) El esfuerzo debe dirigirse a las personas humanas. No hay esfuerzos parciales, pues existe una profunda interconexión en las tramas de la vida. Los mismos intereses que destruyen las selvas y a los bonobos son los que fuerzan la emigración y explotación humana. En esto consiste la visión de una izquierda contemporánea y ecológica: no en separar, sino en analizar y actuar sobre la interdependencia. Hay que alejarse, si queremos transformar la realidad de la balcanización ideológica y política de los movimientos sociales y las prácticas emancipatorias. ¿En qué daña, el reconocimiento de estos derechos, a los grandes simios, las luchas contra la pobreza, la marginación social o la Guevara? Todo lo contrario, se trata de luchas y de objetivos complementarios.
La gran diferencia que introduce el reconocimiento de esto derechos, con respecto a la lucha común por los derechos humanos es que amplía nuestra comunidad moral y genera una nueva fraternidad. Cuando una persona es torturada, todos tenemos claro que se están violando sus derechos pero, y cuándo es torturado un bonobo, ¿también?. La introducción de los seres vivos y, en especial, de los grandes simios en la comunidad moral de los derechos supone un paso más civilizatorio, en la tendencia a la expansión del núcleo original de los derechos. Muchos se han reído de esta propuesta, pero también muchos se rieron de los abolicionistas de la esclavitud, de las sufragistas feministas o de los propios ecologistas. Veremos quién ríe el último…
Francisco Garrido es el Diputado y Portavoz Confederal de Los Verdes (adscrito al Grupo Parlamentario Socialista) que ha presentado en el Parlamento esta Proposición No de Ley.

20 abril 2006

"Esta semana morirán cien personas en la carretera..."


Así comienza un anuncio de la DGT en estas vacaciones de Semana Santa, advirtiendo de los riesgos de este tipo de vacaciones cortas. En estas fechas se hace un uso intensivo del automóvil y se lucha contra el tiempo, abusando de la velocidad, todo con tal de conseguir apurar más los días sin trabajo. Ver y beber más, ir a más sitios, recorrer más kilómetros … y todo esto en menos tiempo, en muy pocos días… En fin, la dictadura de la velocidad.
La DGT advertía de la fatídica cifra, con la ingenua (¿) intención de evitarla o, por lo menos, reducirla. Una profecía que no se cumple porque se anuncia. Desgraciadamente, no han muerto cien, sino ciento ocho personas. Y la profecía auto-negada, no ha funcionado, porque la siniestralidad en la carretera no es un problema de conductas individuales aisladas, sino una consecuencia directa del modelo de transporte, centrado en el automóvil privado.
El aumento de la siniestralidad está vinculado a la velocidad y a los estímulos culturales que fomenta la ilusión de la "inocuidad de la velocidad" y de la "invulneravilidad técnica" del conductor. Tenemos un parque móvil que no ha dejado de crecer, casi exponencialmente, en los últimos veinte años. Tenemos más y mejores vehículos; más y mejores carreteras. Pero seguimos teniendo muchas, muchísimas, víctimas.
Es por ello que el aumento de los accidentes esté directamente conexionado con el aumento de nuevas matriculaciones, que colocan a más vehículos en circulación por las carreteras, a más velocidad, y aumentan la ilusión de invulnerabilidad del conductor.
Entre las causas ocultas - y, lo que es peor, ocultadas - de los siniestros de tráfico, se encuentra lo que podemos denominar la siniestralidad programada o inducida por efectos del diseño del vehículo . Coches o motos diseñadas para adquirir velocidades importantes (tal como se les inculca a los jóvenes que demanden), con un estructura muy débil (para reducir precio, para que puedan pagar los jóvenes) y con una oferta publicitaria y financiera a la población joven. Son los denominados coches voladores los que matan esa enorme cantidad de jóvenes, de entre 18 y 25 años. Sabemos que los elemento del diseño, tanto mecánico, material, ergonómico, como publicitario y financiero del vehículo, van a generar una siniestralidad inducida. Pero casi nadie hace nada para impedirlo.
La DGT, por ejemplo, lleva años ocultando la relación entre marcas, modelos y siniestralidad de los vehículos. En reiteradas preguntas parlamentarias y solicitudes de información, he intentado conocer esos datos que, sistemática e ilegalmente, se ocultan. ¿Por qué no se publican? ¿Dónde queda, entonces, la democracia y la soberanía del consumidor?. La poderosa industria del automóvil impone condiciones al mismo Gobierno. Por mi lado, pienso llegar con este tema al mismo Tribunal Constitucional, si es necesario.
La primacía del vehículo privado responde a su funcionalidad, para el sistema productivista-capitalista, y a su identificación con los mitos del imaginario colectivo masculino e individualista. El automóvil privado es el reflejo del dominio de clase y del domino de género, dentro y fuera de la estructura familiar. Los costes reales del transporte en automóvil privado no están, para nada, internalizados en los precios de mercado del coche. Estos costes son en realidad sufragados, cuando lo son, por los fondos públicos, en mucha mayor cuantía que las inversiones en trasporte colectivo y de bajo impacto ambiental.
Pretender desvincular el siniestro del sistema de transporte que lo produce, desviándolo hacia el ámbito aislado de la responsabilidad individual, es una estrategia de ocultación y de diversión de la naturaleza del hecho.
Francisco Garrido

"Disease Mongering": el tráfico de enfermedades inventadas


En la segunda semana de abril, se ha celebrado, en Australia, una Conferencia Internacional sobre el “disease mongering”, que viene a significar, en castellano, algo así como “tráfico o comercio de enfermedades”. Estas enfermedades ficticias son inventadas o producidas, por parte de las grandes compañías farmacéuticas, con el fin de medicalizar con productos propios ad hoc. Hace muy poco años, y en un publicación tan respetable como al Brithis Medical Journal, los investigadores Ray Moynihan, Ioana Health y David Henry, en un artículo titulado «selling sicness: the pharmaceutical industry and disease mongering» (br med j 2002; 324: 886-891.), demostraban cómo los laboratorios farmacéuticos estaban inventando unas supuesta disfunción sexual femenina, para ofertar tratamientos con drogas.

Se trata de la extensión, al campo del mercado y la industria farmacéutica, de algo que ya hace muchos años se desarrolla en el resto de la industria: la creación de nuevas o falsas necesidades, para el consumo de nuevos productos. Este es, en realidad, el nuevo producto: la fabricación de necesidades. ¿Qué ha fabricado, nuevo, Estados Unidos, sino el american way life? Se trata de crear mundos ilusorios, no para responder a demandas y necesidades reales y preexistentes - como hacia la religión -, sino para generar demandas y necesidades también ilusorias. Pero, llevar esto al ámbito de las enfermedades, parece muy fuerte… Un mundo ilusorio de patologías inventadas…
La industria farmacéutica no se centra en responder a las múltiples enfermedades que no tienen hoy una terapia precisa, sino en inventar enfermedades masivas en occidente. La técnica reside en `patologizar situaciones y estados que no lo son, como la menopausia, la vejez, la tristeza, para, a continuación, proponer el correspondiente nuevo medicamento. La pubertad, la delgadez o la gordura son enfermedades medicalizadas. Este es el caso de la anorexia, una supuesta enfermedad exagerada hasta el paroxismo y que arroja unas cifras de mortalidad muy inferiores a otras muchas patologías silenciadas (una media de tres defunciones al año, en los últimos cinco años).
Y lo peor de todo esto no es el engaño y la estafa consiguiente, sino que esta patologización falsa acaba siendo finalmente patogénica. Es decir, que uno o una, acaba a la postre, estando enfermando, producto del consumo de fármacos inútiles y de males inexistentes. Esto sin tener en cuenta los efectos sicológicos y sociales del stress y la dependencia del poder médico y farmacéutico, que la dinámica del desease mongering provoca.
Esta es la realidad de la industria farmacéutica. Entre la imagen beatífica que los laboratorios difunden de sí mismos, como centros de lucha contra la enfermedad, y la imagen terrorífica de propagadores de enfermedades que ellos crean para luego combatir, la realidad es menos buena y menos mala. Difundir falsas enfermedades con falsos remedios. Esta media maldad es más rentable y menos costosa. La maldad tibia es quizás la esencia de la maldad en el mundo y, por ello, infinitamente más peligrosa que las tenebrosas historias de conejillos de indias.
En esto días en que se discute en el Congreso y el Cenado una nueva Ley del Medicamento, sería necesario que esta perspectiva hubiera estado más presente en los debates y en las enmiendas. Desafortunadamente, la nueva ley no nos previne frente a esta tendencia de la mercadotécnica farmacéutica, y sólo se imponen en facilitar el acceso más generalizado a los productos de los laboratorios, y no a cuestionar su necesidad o su utilidad.
Francisco Garrido Peña

22 marzo 2006

Alegría, prudencia, coraje y generosidad…. [Tema: anuncio de ETA]


“Altanería en la derrota y generosidad en la victoria” W.Churchill”
La voz de mujer que lee el comunicado que anuncia un alto el fuego permanente, no habla de independencia, ni de presos, apelando al proceso democrático. Hay un trasfondo siniestro de retórica esencialista, en la alusión a los territorios vascos de Francia y de Navarra, pero ETA, al anunciar de esta forma y con estas palabras la tregua, está anunciando su definitiva derrota política. La única derrota posible, pues la estrategia de ETA nunca fue militar, sino política.
No diremos que el contenido político del comunicado de ETA es tan importante como el anuncio del cese de la violencia, por que eso, como la vida, es ciertamente lo primero. Pero ojo, el contenido político es extremadamente significativo. Y es ahí donde reside la derrota de ETA y del terrorismo: en el reconocimiento implícito de la superioridad de la democracia, que implica el uso de un argumento democrático, para deponer las armas. La derrota de ETA no reside en los presos, ni en los años de cárcel, ni en el endurecimiento de las penas. ETA no está derrotada porque dentro de unos días Otegui ingrese en prisión. Está derrotada porque no tiene sentido, porque su estrategia antidemocrática carece de pulso social y de sustento político, ético e histórico. Los argumentos que ETA utiliza para la tregua son los argumentos de sus enemigos (los demócratas), y ahí reside la huella indeleble de su final político.
No estoy de acuerdo con los que exigen que debe haber vencedores y vencidos. La victoria sobre el terrorismo no es la victoria de nadie, de ningún bando; es la victoria de un sistema, de una cultura política: la democracia y el Estado de Derecho. Por tanto, se trata de la victoria de todos (incluido aquellos que, desde la violencia, han luchado contra la democracia). En esto reside la superioridad ética e intelectual de la democracia: es el sistema de la universalidad. Por eso, aunque no hay ni vencedores ni vencidos, sí hay victoria y derrota.
Después de la impolítica que representa la violencia, toca abordar el debate nacionalista en el País Vasco y en todo el Estado español. En eso ya estamos. Pero eso… eso es ya política y, por tanto, diálogo, argumentación, presión, negociación, conflicto limitado, acuerdo, decisiones, mayorías, minorías, derechos. ¿Ven como está claro qué es lo que ha ganado?
Ahora hay que andar un camino que debe ser irreversible, pero que tendrá muchos obstáculos. En ese camino el Gobierno y las instituciones democráticas del Estado de Derecho deben tener prudencia, pero también coraje. Deben ser justas, pero también generosas. La democracia rompió siempre la simetría de la violencia y no combatió con sus mismas armas a los terroristas. No exijamos ahora, en esta hora de luz clara de la historia, que la democracia sea simétrica en la crueldad y la venganza con aquellos que practicaron el terror. Ellos no son nuestro modelo ni nuestros maestros.
Francisco Garrido

06 marzo 2006

El Plan Renove de los electrodomésticos y la paradoja de Jevons


En muchas ocasiones, la ciencia nos aporta una información que contradice al supuesto sentido común. El conocimiento científico es, en gran medida, contra intuitivo, pues, como decía Marx, si la apariencia y la realidad siempre coincidieran, no haría falta la ciencia. Esta reflexión es importante porque gran parte de la percepción ecológica de la realidad tiene una orientación contra intuitiva. Esto es lo que ocurre con la eficiencia. Parecería, en un acercamiento meramente intuitivo al problema, que, si aumenta la eficiencia local de una gama de artefactos, debe también aumentar la eficiencia global. Pero lo cierto es que esto no es así, sino que puede ocurrir, - y de hecho ocurre - todo lo contrario: aumenta la ineficiencia. Este efecto es lo que se ha denominado, en economía, la “paradoja de Jevons”. El matemático inglés Willian Stanley Jevons escribió, en 1865, una obra titulada “La cuestión del Carbón”, en la cual demostraba que la mejora en eficiencia tecnológica de la combustión del carbón, por medio de la introducción de la máquina de vapor, no iba a suponer un aumento la eficiencia energética global, sino todo lo contrario. La explicación residía en que esta mejora introducía un incremento muy fuerte en la tasa de consumo de carbón. De ahí surgió la formulación de la “paradoja de Jevons”, que ha tenido un relectura muy fructífera, por parte de la economía ecológica.Con posterioridad a la publicación de la obra de Jevons, los distintos cambios tecnológicos, en cada uno de los sectores, especialmente en bienes de consumo de masas, han confirmado la descripción del autor inglés. Hoy, los automóviles o los aviones son, individualmente, mucho más eficientes que hace cincuenta años, pero la totalidad del sistema de transporte por tierra o aire es mucho más ineficiente que antes. Actualmente, las lámparas son veinte veces más eficientes que hace un siglo y producir un kilogramo de acero cuesta veinte veces menos energía que a principio del siglo XX. Pero el sistema económico mundial no ha dejado de perder eficiencia y aumentar intensidad energética. El cambio tecnológico ha propiciado el aumento del uso y consumo de estos medios y, con ello, la disminución final de la eficiencia del sistema.La importancia de esta paradoja, para la economía ecológica, reside en que cortocircuita la “ilusión tecnocrática” de salida de la crisis ecológica. No basta con la innovación tecnológica aislada. Es necesario un cambio tecnológico, pero también político y social, para que la sostenibilidad y la eficiencia global sean posibles. De lo contrario, sólo estaremos “trabajando para el inglés…”Esto viene a cuento por la propuesta del Ministerio de Industria, para poner en marcha un Plan Renove de los electrodomésticos españoles. Entendemos que dicho plan no va a conseguir ni la disminución del consumo energético, ni un aumento de la eficiencia energética. Esta medida sólo va a servir para incentivar la renovación del parque de electrodomésticos español, con los costes materiales y energéticos de una obsolescencia artificialmente anticipada. El plan ignora los ciclos de vida de los electrodomésticos e incentiva una renovación que es claramente despilfarradora e ineficiente.Este tipo de medidas, aunque aumenta la eficiencia aislada y local de cada uno de los aparatos, disminuye la eficiencia global y final del sistema, pues, amén de los costes derivados del acortamiento del ciclo de vida tecnológico de los electrodomésticos, promociona e incentiva (por medio de primas económicas) el aumento del número de electrodomésticos y su uso indiscriminado. Este tipo de planes renoves han fracasado, en todos los sectores que se ha aplicado, con respecto al objetivo de aumentar la eficiencia y disminuir el consumo. Este es el caso de la industria del automóvil. Si observamos la tecnología disponible en la actualidad, en España podemos ver que es mucho más eficiente, objeto a objeto, que la existente hace treinta años, pero la eficiencia final y global es mucho menor.Si a esta tendencia inercial del mercado y de la tecnología, en una sociedad de consumo intensivo, le unimos un estímulo económico, inducido desde la misma administración, los efectos perversos son evidentes. La inversión pública, destinada a subvencionar este plan renove, sería mucho más útil, en la búsqueda de la eficiencia, si se destinara a actividades como la calefacción y agua caliente, con paneles solares térmicos, por ejemplo.Este plan es, en realidad, un programa de subvención encubierta a la industria de los electrodomésticos, algo de imagen verde y el efecto político de realizar un pago directo al consumidor, para la adquisición de un nuevo bien.
Francisco Garrido

01 marzo 2006

El Fascismo islámico y lo siniestro


La continua cooperación, por medio de la agudización del antagonismo entre la extrema derecha occidental y el fundamentalismo islámico, es un ejemplo notorio de la naturaleza fascista de gran parte del movimiento integrista islamista actual. El hecho es que se retroalimentan mutuamente, a través de provocaciones perfectamente dirigidas a elevar, hasta el paroxismo, una escalada de enfrentamientos y tensiones entre un occidente supuestamente cristiano y la totalidad del mundo islámico. La actual crisis con Irán es un buen ejemplo de ello. En este caso, hay incluso coincidencia de opiniones: la negación del holocausto judío.
La expresión “fascismo islámico” fue popularizada por F. Fukuyama, un personaje controvertido, mucho menos interesante que la celebridad que ha alcanzado, pero más sugerente que lo que reconoce el mundo académico europeo. Aunque difiero mucho de gran parte de las tesis de Fukuyama, sobre este asunto, creo que el núcleo central de la propuesta es acertada: el integrismo islámico es un movimiento político equivalente, en el ámbito de la cultura islámica, al que ha supuesto el fascismo en la cultura cristiana y occidental.
Que existan equivalencias no significa que haya, obviamente, una identidad total e intercambiable, pero existen equivalencias, políticamente muy potentes. Señalemos algunas:
1. Movimiento de masas, populista, reactivo contra la modernización y la democracia, supuestamente crítico con un orden social injusto.
2. La reacción contra la modernización se hace por medio de una aparente involución premoderna de reconstrucción de una “comunidad originaria pura“ tradicional (la unma islámica / la nación aria nazi), basada en la sangre, la identidad o la religión.
3. El integrismo islámico es un movimiento totalitario que abarca todo los ámbitos de la existencia social, configurando la teocracia como una teología política del mismo cariz que la teología política nazi de un K. Schmitt. El islamismo integrista no es un movimiento teocrático, sino teológico, disfrazado de teocracia. La teocracia no es moderna, la teología política sí.
4. El rechazo y el combate contra la democracia y el Estado de Derecho y a favor de sistemas políticos xenófobos y autoritarios (el odio y la obsesión homófona, el antijudaismo).
5. Comparten una estética y una mística de la violencia y el sacrificio,
6. A pesar de la aparente reacción involutiva, los medios y la organización usados por el integrismo islámico son extremadamente modernos.
7. El integrismo islámico se oferta como un movimiento antisistema, pero tiene una dirección y orientación muy conservadora y reaccionaria, controlada por las clases dirigentes árabes.
8. En este sentido funciona - al igual que el fascismo occidental - como una especie de mecanismo homeostático, contra las transformaciones democráticas e igualitarias. Recoge todas las quejas y las demandas de justicia de los pueblos islámicos contra occidente, para legitimar un movimiento reaccionario que profundiza aún, más, en la injusticia y la opresión.
9. Tiene una orientación patriarcal, con una economía libidinal, basada en la austeridad y en el antihedonismo y el antiindividualismo, muy represiva.
10. Existe una clara similitud en la génesis del fascismo europeo e islámico: ambos son demonios que se niegan a volver a la botella, ante las ordenes de la “derecha civilizada” que los saco a pasear para asustar y hacer el trabajo sucio. Así ocurrió en Alemania y en Italia. Y ahora le ocurre a Estados Unidos y a Arabia Saudí con el fundamentalismo islámico.
Ambos movimientos comparten, pues, una misma condición de “hijos monstruosos”.
11. Una última equivalencia reside en la funcionalidad conflictiva que el fascismo adquiere, tras su emancipación del control de sus protectores originales. La guerra contra el fascismo, en el siglo XX, y la guerra contra el terrosismo islámico es un potente instrumento de desarrollo del dominio del complejo militar industrial, de disciplinización de la conflictividad social y de alienación de la protesta y la rebelión.

Estas once notas creo que reflejan los parecidos que justifican la caracterización política del integrismo islámico como “fascismo islámico”. Ya sé que muchos podrían oponer otras nueve notas mostrando las diferencias. Entre estas diferencias se alude a la inconmensurabilidad cultural o civilizatoria (curiosa paradoja en la que incurren quienes así argumentan, pues acaban desembocando en la posición más indeseable: el choque de civilizaciones) entre el occidente cristiano y el mundo musulmán. Pues, aunque yo niego que exista ninguna inconmensurabilidad entre culturas, ni civilización alguna (los ecologistas negamos esta inconmensurabilidad, incluso con los animales y el resto de la comunidad biótica, con lo cual, mucho menos dentro de la especie humana) creo que, en este caso, es especialmente erróneo. El islán es más occidental que el cristianismo. Todas las religiones del Libro pertenecen a un mismo tronco cultural tamizado por Grecia y Roma. El islán, por ejemplo, es más griego y aristotélico que el cristianismo. Los enfrentamientos históricos entre cristianismo, judaísmo e islán se producen más por la enorme similitud y cercanía entre estas tres religiones que por las diferencias.
El islán es “el otro” de occidente. El otro construido y representado como siniestro, en el sentido que Freud daba a este término: aquello reprimido y terrible que, al mismo tiempo, es familiar y propio. La imagen del islán, en occidente, hace mucho tiempo que es representada como el doble siniestro de la misma cultura occidental. De manera aparentemente chocante, el fascismo islámico ha construido su discurso sobre esta imagen siniestra del islán cumpliendo, así, el papel asignado por sus creadores: las potencias occidentales (especialmente USA y el Reino Unido) y la secta wahabita, dominante en Arabia Saudí. Hay tanta distancia entre las diversas culturas islámicas y el fascismo islámico, como la hay entre la pluralidad de las culturas cristianas y el nazismo. ¿Implica, todo esto, que no hay ninguna conexión significativa entre el fascismo islámico y el islán? Por supuesto que no. Hay vínculos profundos con la religión y la cultura islámica, al igual que también los hubo entre nazismo y el catolicismo. Pero estos vínculos no agotan ni explican, causalmente, el nuevo fenómeno, ni pueden reducir la formidable diversidad de experiencias y posibilidades, tanto del cristianismo como del islán. ¿Cómo entender, sino, que la religión del amor de los místicos medievales sea reducida a los campos de concentración? ¿O que el hedonista y tolerante islán de al-andaluz se identifique con la estúpida y obsesiva entronización de la violencia y el martirio de al-Quaeda?
La clave ideológica de la convergencia entre el fascismo occidental y el islámico hay que buscarla, tal como hemos indicado al principio, en la teología política que comparten ambos movimientos. La teología política es un producto exclusivamente moderno. Antes del primer proceso de secularización, lo que existía era política teológica o teocratismo, pero en ningún caso un intento de fundamentar políticamente la teología (es decir, un conjunto impenetrable, incomprobable y heterónomo de creencias fundadoras y fundamentadoras). Esto se encuentra ya en Kant, cuando la existencia de Dios es una idea de la razón práctica, de tal forma - y no al contrario, como ocurría en la ontoteología tradicional medieval - que es la ética y la política (lo social) las que producen la idea de Dios, como condición de posibilidad para que todo la restante producción social se asiente sobre la idea de Dios, como idea y fundamento incondicionado: producir (fundary fundamentar) aquello que nos fundamenta. Un juego tautológico que, en la brillante desnudez de la obra de Kant, nos dota de una perspectiva de vértigo, insoportable para las formas de poder que, por su majestad o por su santidad, encuentra el vacío que esconde tras el derecho divino de los reyes y el derecho natural de las leyes.
La teología política fascista (occidental e islámica) es una reacción de cierre de este vacío, por medio de la acción (la violencia redentora) y la sumisión (la reconstrucción amañada de nuevas instituciones que se presentan como tradicionales).
Detrás de todo esto, se esconde la continuidad de las formas de gestión de la dominación y de legitimación de la desigualdad. El miedo insoportable a la libertad, a la autonomía, a la igualdad y a la democracia. Por ello, el discurso fascista se construye contra el liberalismo, el republicanismo, el socialismo, el feminismo; ya sea en la versión de las democracias decadentes de entreguerras o de los regímenes degenerados e imperialistas del occidente capitalista actual. Pero lo terrible del fascismo es que comparte su núcleo duro ideológico con el capitalismo globalizado.
Por eso es importante la caracterización política, más allá de disquisiciones más o menos académicas, del integrismo islámico como fascismo, para que todos los que desean rebelarse contra este capitalismo globalizado - tanto en el interior de occidente como en el exterior -, de la pobreza y la marginación, identifiquen bien al enemigo. Al-quaeda es tan enemiga de la libertad y de la justicia como el capitalismo globalizado. Bush y Bin Laden, La Alianza con la cultura islámica, en la lucha contra el fascismo islámico, es un objetivo central.
La lucha contra el fascismo islámico en Europa, donde pretende provocar una guerra civil religiosa entre las poblaciones musulmanas de origen emigrante y la población no islámica, debe ser un objetivo de la izquierda alternativa y de la ecología política, como lo es la lucha contra el capitalismo globalizado, la derecha xenófoba y racista o el imperio USA.
Francisco Garrido

14 febrero 2006

Bill Gates, Razinger y el Gobierno Socialista se oponen a la legalización de la prostitución. Argumentos por las libertades del cuerpo.



El Gobierno español ha dicho NO a la propuesta de la legalización de la prostitución y de los servicios sexuales. ¿Por qué? Según el Gobierno, se trata de una “práctica intrínsicamente degradante”. En el mismo momento que trato de escribir este comentario, encuentro que la palabra prostitución no existe en el diccionario de mi programa (Word Microsoft). Sigo buscando y tampoco encuentro ramera o puta. ¿No existen esas palabras en el castellano? ¿No son de uso común? ¿No están, incluso, en alguno de los diccionarios? Micrososft ha decido que en España no hay putas, ni rameras, ni prostitutas. ¿Será que Mocrosoft piensa, también, que “es una práctica intrínsecamente degradante”. Total, que el Gobierno Socialista, Microsoft y la Razinger piensan igual de la prostitución. Por cierto, que la Iglesia no reserva eso de la “práctica intrínsecamente degradante” a la prostitución, sino que la extiende a la homosexualidad, al sexo fuera del matrimonio (Católico, porque el civil es puro concubinato) o aún dentro del mismo, cuando el sexo se realiza con fines extrínsecamente reproductivos y, por tanto, exclusivamente libidinosos (es decir, que busca sólo el placer).
La actitud parece ser la misma (la de Microsoft y el Gobierno): como es degradante, se borra del diccionario o de la regulación. No existe. Pero el comercio de servicios sexuales existe. En muchas ocasiones, de manera involuntaria, violenta y abusiva. Pero, en otras ocasiones, de forma voluntaria. Negar esta evidencia es estúpido y favorece la explotación, la violencia hacia las mujeres y hombres que practican el comercio sexual. A nadie interesa más la prostitución ilegal que a los proxenetas y a todos aquellos que viven de explotar aquellas personas que ejercen la prostitución.
Bueno, me olvidaba de la postura de la Iglesia… siempre tan amiga de los derechos de las mujeres y de las libertades…
¿Qué hacemos, entonces? ¿Perseguir cada acto sexual, mediado por intereses económicos o transacción comercial, porque, si no lo perseguimos, se producen esas relaciones tan denostadas - y aunque se persigan también -, sin garantías, ni regulación, ni control sanitario, ni derechos...? Pero ¿a dónde irá a denunciar aquella persona que se considere estafada, explotada o vulnerada, en sus derechos laborales?
Abalicemos los argumentos que se expresan contra la legalización y que, a mi juicio, encubren argumentos morales - respetables, en el ámbito privado de las creencias y las conductas individuales, pero inaceptable en su extrapolación al ámbito de la ética pública o del derecho-. Para ello, miraremos críticamente las diez razones, para no legalizar la prostitución, que da la Fundación Mujeres y edita el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales:

1. “La legalización es un regalo para los proxenetas”.
Primero, habría que aclarar qué significa “proxeneta”. Pero, si se entiende por tal a aquel que obliga y explota a una mujer, en el ejercicio del comercio sexual, entonces la legalización no es ningún regalo, porque ésta prohíbe la práctica del proxeneta y hace que la persecución sea más eficaz. Pero es más: desde el punto de vista del interés económico, la legalización restringe la posibilidad de beneficios, al someterlo a la legislación laboral y a control e imposición fiscal. ¿Dónde está el beneficio económico? Ya les gustaría, a muchos empresarios, tener el régimen laboral desregulado de la prostitución. En todo caso, si encuestáramos a esos proxenetas, no creo que estuvieran muy de acuerdo con la legalización.
2. “La legalización promueve el tráfico sexual”.
Esto es empíricamente indemostrable y ética y jurídicamente irrelevante, si “por tráfico sexual” debemos entender actividad sexual mercantil voluntaria y legal. Nuestro país es el mejor ejemplo de cómo, en la actualidad, no deja de crecer ese tráfico, pero dañando derechos y libertades de las personas que participan en él.
3. “La legalización no supone un control de la industria del sexo”.
Un control completo, claro que no. Al igual que la regularización de los trabajadores emigrantes tampoco implica el control total de la emigración clandestina o ilegal. Ahora bien, no cabe la menor duda de que el control es mucho mayor en una situación legalizada. Si el control es un valor, la legalización es la forma más eficaz de maximizar ese valor. Mucho más, por supuesto, que la ilegalización o la tolerancia.
4. “La legalización aumenta la prostitución ilegal y en la calle”.
Rotundamente falso. Ahora toda la prostitución es ilegal y no hay instrumento alguno para luchar contra ella y contra el uso de la calle. Por tanto, por muy bajo que fuera el porcentaje que entrara dentro del cupo legal, sería mayor que en la actualidad, donde el cien por cien de la prostitución es ilegal.
5. “La legalización promueve la prostitución infantil”
¿Por qué? ¿Acaso la regularización del trabajo promueve el trabajo infantil también? ¿Es que, ahora, no hay riesgo altísimo de prostitución infantil? ¿Cómo deteriora los instrumentos jurídicos de lucha contra la prostitución infantil, la legalización? ¿No es exactamente lo contrario: que la legalización dota de más instrumentos para luchar contra esta forma aberrante de prostitución, al regular y aumentar el control del sector?
6. “La legalización no protege a las mujeres prostitutas”.
¿Y la prohibición las protege más? La legalización es la única forma de proteger los derechos de estas trabajadoras del sexo, pues regula y reconoce derechos.
7. “La legalización aumenta la demanda de la prostitución".
Desde el punto de vista económico, en ningún mercado rígido o de baja elasticidad, como es el del comercio sexual, no hay relación directa significativa entre la legalización y el aumento de la demanda. En todo caso, de darse algún cambio previsible, es el de disminución de la demanda, por aumento de los costes finales del servicio sexual derivado de la repercusión en el precio final de los nuevos costes derivados de la fiscalidad. Pero, de todos modos, el aumento de la demanda de servicios sexuales voluntarios y regulados no debe plantear ningún problema a la ética pública o al derecho. Sólo es un problema para las conciencias individuales, para a las que sus creencias morales les repugna tal práctica. Esas conciencias escrupulosas lo que deben hacer es abstenerse de practicar tan degradante actividad. Pero no imponer a los demás sus respetables preceptos privados.
8. “La prostitución no protege la salud de la mujeres".
¿Y la ilegalización y descontrol actual sí? La única manera de controlar y proteger la salud de las mujeres y de los hombres, la salud pública, es con la legalización, como en cualquier otra faceta de la actividad laboral.
9. “La legalización no aumenta las posibilidades de elección de las mujeres”.
Si en la situación actual de ilegalidad y no regulación la extorsión y la coacción alcanza su grado más alto, es imposible que con la legalización no aumente la capacidad de elección. Si esto es cierto para cualquier relación social sensible y vulnerable (laborales, matrimoniales, administrativas), por qué no ha de ser válido, también, para el comercio sexual. La legalización es el único marco que posibilita cierto margen de elección a las mujeres y hombres que practican la prostitución. Y digo cierto por que, en una sociedad muy desigual e injusta, el trabajo asalariado, costoso y heterónomo es sólo muy relativamente libre. Pero esto es aplicable a múltiples formas de trabajo asalariado e, incluso, a instituciones como el matrimonio. ¿Qué institución hay más esclavizante, para la mujer, que la matrimonial? ¿Justificaría, por ello, su no legalización, desde perspectivas igualitarias y democráticas?
10. “La legalización de la prostitución no eliminan la explotación”.
El concepto de “explotación” tiene definiciones muy diversas. Una de ellas es la clásica marxista, que asocia explotación a toda forma de trabajo asalariado, basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la dominación del capital sobre el trabajo, por medio de la obtención de plusvalías del trabajo. Desde esta perspectiva, no hay duda que la legalización no acaba con la explotación, pero nos da más y mejores instrumentos para luchar contra ésta. ¿Hay algo con mayor riesgo de explotación que la actual situación de ilegalidad y desregulación de la prostitución? ¿No implica, la legalización, reducir, drásticamente, el riesgo de situaciones de explotación en la prostitución?

Hay otras razones que están, en gran medida, detrás de las razones aducidas por la Fundación Mujeres. Estas razones suponen que no es aceptable, moralmente, que determinado tipo de reacciones humanas sean mercantilizadas, dado que afectan a la intimidad. Esta es una posición respetable, que podemos compartir en cierta medida. Pero la objeción a esa extensión corrosiva de las relaciones mercantiles no es mayor en el caso del sexo que en el caso del arte, de la ciencia, de los relaciones familiares, de la sanidad o de la educación. Hay muchas relaciones y servicios sociales e individuales que deberían estar fuera del reino de la mercancía, pero eso no podemos aplicarlo sólo al sexo y por encima de la autonomía del sujeto individual, que decide qué debe o no hacer con su propio cuerpo. Negar el derecho de una mujer o un hombre a prostituirse es como negar su derecho a la autonomía individual. Ya sé, ya sé... Me dirán que la elección no es libre ni voluntaria. Pues de eso se trata con la legalización, que sólo sea legal la prostitución voluntaria y regulada, con límites y derechos. ¿O hay alguien que crea, sinceramente, que el ejercicio de la prostitución será más libre y voluntario si es ilegal y desregulado?
Ninguna de estas razones representa alternativa alguna a las situaciones de explotación, violencia y dominación que se dan en la actualidad de la prostitución, en España. La legalización, por el contrario, maximiza valores como el control, la regularización, la libre elección de las prostitutas o el cuidado de la salud pública. Valores que están muy dañados por la actual situación de ilegalidad.
¿Cuál es, pues, la alternativa a la legalización? El abolicionismo. ¿Pero es correcto el uso de esta expresión? No. Se trata de unuso falaz y engañoso que plantea la trampa, semántica, por simplificadora, de hacer parecer la prostitución como una institución jurídica que puede ser jurídicamente abolida, por la vía de la ilegalización (o, lo que es lo mismo, por medio de una decisión normativa). Sólo se puede abolir algo que está instituido legalmente, como la “esclavitud” - que era una institución jurídica - o la “pena de muerte” o las “prisiones”. Pero no se puede abolir el robo, ni el homicidio, ni el engaño, ni la infamia, ni la agresividad. Y, por poner ejemplos positivos, tampoco se puede abolir la creatividad, la expresión…. Por tanto, la auténtica alternativa no es la abolición, ya que no es posible eliminar la prostitución por una decisión legal, con la ilegalización o la tolerancia hipócrita, tal como se practica en la actualidad.
¿Y, si detrás de toda esta parafernalia abolicionista, se esconde el miedo a que los individuos (y especialmente las mujeres) puedan decidir, incluso decidir el "mal moral"? ¿Y si bajo el abolicionismo emerge, de nuevo, el fantasma monstruoso del patriarcado, disfrazado, esta vez, de “paternalismo seudofeminista”? No es el mismo miedo que niega la eutanasia, la legalización de las drogas, la homosexualidad o el transexualismo: “una práctica intrínsecamente degradante” ¿El “paternalismo seudofeminista” no piensa, como las doctrinas religiosas patriarcales y falocéntricas, que las mujeres son, esencialmente, corporalidad cosificada en la genitalidad? Y que, por tanto, la venta de las relaciones sexuales afecta a la venta de su propia esencia. Esto convierte todo contrato de prostitución en una forma de esclavitud. Pues la esclavitud no es la venta de algo, sino de alguien: “una práctica intrínsecamente degradante”. Pero, en realidad, sin manipulaciones moralistas, la prostitución es vender algo y no alguien. Y es que es importante diferenciar entre Esclavitud y Prostitución, cuando hablamos del tema. Quien es directamente obligado es esclavo, no prostituto/a.
¿Pero no es el capitalismo, la emigración forzada, la desigualdad, la crisis ecológica creciente lo que sí es “intrínsecamente degradante” y que convierte cualquier relación social que toca en figuras del dolor y alineación? Como ecologista, garantista y republicano tengo que oponer a las fuerzas ciegas del interés y el beneficio privado, del mercado-capital y la mercancía la fuerza democrática e igualitaria del Derecho, que no nos garantiza el éxito en la lucha contra la dominación, la explotación, el sufrimiento, pero nos dota de instrumentos eficaces y dignos para luchar permanentemente contra ellos.
Hay, por último, una especie de variante colectiva del viejo argumento ad hominen (versión actualizada del no menos viejo argumento de autoridad) que dice que no se debe legalizar la prostitución, porque se opone al movimiento feminista. Hemos de rechazar todo argumento de autoridad, pues es un argumento invalido, dada su nihilidad argumentativa. Pero, en este caso, hay algunas matizaciones más que hacer. En primer lugar, es radicalmente falso que la totalidad del movimiento feminista se oponga a la legalización. En este tema, existe una división importante, ya que hay feministas que opinan de un modo y de otro. Por el contrario, en el bloque antifeminista y patriarcal (las organizaciones religiosas, con la Iglesia Católica al frente, la derecha), sí que existe unanimidad contra la legalización de la prostitución ¿Por qué? Pues porque se oponen a la autodeterminación de los seres humanos y, especialmente, si esos seres humanos son mujeres. Si el movimiento feminista persigue - como ciertamente así es - la autodeterminación de las mujeres y de todos los individuos en general, no hay motivos fundamentales de oposición a la legalización de la prostitución.
Francisco Garrido Peña