01 abril 2008

La economía nihilista

LA ECONOMIA NIHILISTA
Francisco Garrido


En la actualidad el valor total de los derivados del comercio superan los 90 trillones de dólares , mientras que el total del producto interior bruto mundial solo es estimado en 50 trillones de dólares. Es decir, los valores comerciales casi duplican al PIB mundial. El dinero papel comercializado se encuentra en una relación de tres a uno con respecto a su activos de referencia que en muchos casos , como en el de la construcción, están sufriendo un proceso de devaluación acelerado ( mas de un 25% en los últimos meses). La relación actual entre capital de inversión y capital especulativo es de uno a nueve.
El 90 % de la energía que consumimos en los países de la OCDE provienen de fuentes energéticas cuya tasa de reposición es cero y que están al borde haber superado su cenit ( si no lo han superado ya) o que en un máximo de 100 años habrá agotados por completo, al ritmo actual de consumo, sus reservas. Las materias primas abióticas no energéticas (básicamente minerales) tiene también una tasa de reposición cero y ven acercarse , a ritmo vertiginoso, los umbrales de el punto cenit.
Estos simples datos arrojan un conclusiones claras: el dinero que usamos cada vez vale menos y las bases materiales de nuestro crecimiento se agotan. El FMI , el Banco Mundial parecen gritar como lo hacia en aquella memorable película el otro Marx ( Groucho): ¡”Más madera que esto es la guerra¡”, mientras queman todo el tren para que la locomotora funcione. Esta situación dibujan dos crisis constituyentes de nuestro tiempo: la especulativa ( el valor si referencia) y la ecológica ( el agotamiento de la base física del crecimiento económico). Ambas son consecuencia de un mismo modelo de economía nihilista producto de una progresiva inmateralización del valor. La tan cacareada “inmateralización de la economía” es cierta pero en un sentido muy distinto al que pregonaron sus apologistas. No se trata de que cada vez consumamos menos materia y energía como producto milagroso del “libre mercado” y de los cambios tecnológicos. Si no que por el contrario que cada vez el valor y sus referentes físicos están más desconectados. Y paradójicamente es este divorcio el que lejos de favorecer la eficiencia incrementa de manera exponencial el consumo de materia y de energía.
Ni el trabajo es ya el referente del valor, como equivocadamente reivindicaron muchos marxista que parecían no haber La Crítica del Progre de Ghota. Desde la crisis de 1973 los salarios no han dejado de crecer menos que la inflación. Las turbulencias especulativas y los límites ecológicos del crecimiento no harán sino reforzar esta progresiva devaluación del trabajo y de sus rentas.
La naturaleza nihilista de la hegemonía de la racionalidad tecnocrática y de la forma capital como valor fueron predichas y criticadas por Marx, Nietzsche o Heidegger. Habíamos conocido ya sus manifestaciones en el arte ( siempre anticipatorio) , en la guerra ( siempre tan innovadora) , en las patologías individuales ( la locura y la criminalidad) o en la reducción económica de las identidades colectivas ( las clases sociales) pero es hoy, cuando se nos revela como el canon político dominante. Vivimos como si la nada fuera todo y como si de nada viviéramos; y esa forma de vivir amenaza con no dejar nada vivo.
Esta doble crisis es extremadamente peligrosa y no hay por que augurar que algo bueno para la vida y libertad salgan de ella de forma automática o fatal. Pero estas crisis son también la condición de posibilidad de su propia superación ( perdón por el reflejo dialéctico). Nada esta escrito y el resto “no tiene por que ser silencio”.