22 enero 2007

Las mujeres, la religión y la apendicitis


Hay una pregunta que no es, precisamente, retórica ¿Por qué se llevan tal mal los derechos de las mujeres y las grandes religiones? No se trata sólo de las monoteístas, pues, como podemos ver, el Brahmanismo o el Budismo también plantean la discriminación como regla. No existe ningún campo de las sociedades modernas donde sigan existiendo valores consagrados, nunca mejor dicho, de desigualdad radical de género, salvo en la religión. Ni en la ciencia, ni en el arte, ni en el deporte, ni en la política, ni siquiera en el mercado, hay reglas explícitas contra la igualdad de género, como existe en la actualidad, en el seno de las prácticas y las organizaciones religiosas.

¿Por qué? ¿Son, las religiones, intrínsecamente misóginas? No parece, a simple vista, que tengan que ser más misóginas que clasistas o racistas. Pero las organizaciones religiosas no dicen que alguien, por ser negro o pobre, no puede ser obispo o ulema, como lo afirma con respecto a las mujeres. En la religión estamos, todavía, ante una desigualdad formal premoderna y precapitalista, como la que existía en el feudalismo o en lo regímenes racistas.

La hipótesis explicativa de por qué la religión es una isla de desigualdad de género puede ser que ésta no es sino el residuo histórico de sistemas patriarcales, donde se formaron las actuales religiones. Pero esta hipótesis no explica por qué, en otras materias, la religión se ha adaptado “al espíritu de los tiempos”, de mejor o peor gana - como es el caso de la ciencia o la política -, y, sin embargo, en lo tocante a las mujeres no. ¿Y si resultara que parte del éxito de la supervivencia de las religiones reside en haber sido un reservorio de desigualdad de género; un reducto privado de la dominación masculina?

Por medio de instituciones como el matrimonio, la familia, la maternidad o la organización moral de la sexualidad, las religiones han mantenido una poderosa y oculta fuente de legitimación y estimulación de la dominación masculina. Esto explicaría que las grandes confrontaciones políticas de la izquierda con la Iglesia, en España, hayan sido la legislación del divorcio, del aborto o del matrimonio homosexual. Es decir, leyes que deterioran el modelo patriarcal oculto en la espiritualidad religiosa.

Pues, si esta hipótesis es cierta, la religión sería para las mujeres como el apéndice para el cuerpo. Mientras han estado ahí, callando y silentes en sus templos, han aparecido como algo inocuo. Pero ahora, que ante los cambios, su reacción tan reaccionaria provocan dolor y rechazo social, vemos que estaban ahí y que no era precisamente inocuo.