24 octubre 2006

La política del PP : ¿psicopatología, extrema derecha o estrategia racional?


Hay tres hipótesis posibles, para explicar por qué un partido conservador y democrático europeo, como es el Partido Popular español, ha adoptado una estrategia que está a caballo entre el delirio (el 11-M lo fabricaron, en una cueva de Afganistán, una extraña coalición compuesta por el felipismo, la Guardia Civil, Al-Quaeda, ETA y Cebrián, a las órdenes de Polanco) y la extrema derecha (apología del franquismo, sabotaje al proceso de paz vasco, xenofobia contra la emigración).

Estas tres hipótesis son, en resumidas cuentas, las siguientes:

1- La hipótesis psicopatológica, cuyo presupuesto es que la actual dirección del PP, con Aznar en la sombra - pero a la cabeza -, ha sufrido un proceso de enloquecimiento, que le lleva a construir explicaciones delirantes para explicar sus propios errores.

2- La hipótesis ultraderechista o facha. La dirección actual del PP esta en manos de un grupo de ultraderecha camuflado, que está haciendo emerger su talante fascista. Este talante facha no tiene reparos en mentir sobre cualquier cosa, incluido el 11-M.

3- La hipótesis de la estrategia racional, ante un medio hostil. El PP sabe que existe un desencuentro básico, entre la opinión pública mayoritaria española y la derecha. Esta hostilidad política del medio social hace que el PP trate de desarrollar una agenda política distinta a la dominante. Y, para ello, necesita forzar el desplazamiento del centro político español hacia la derecha. Esto sólo es posible si se practica una política basada en el conflicto, el bulo permanente, el mantenimiento de una escalada de la tensión constante y unas dosis altas de agresividad. Esto fue lo que hizo en la oposición del año 90 al 96, pero también en el gobierno, en la segunda legislatura, desde el 2000 al 2004. La actual estrategia no sería, sino, la coherente prolongación de aquella, en condiciones de una mayor hostilidad del medio social y de una mayor debilidad del PP.


Posiblemente, ninguna de estas hipótesis lo explica todo, y todas tienen algo de participación en la generación de la actual política del PP. Pero creo que es la tercera hipótesis la que realmente explica la conducta de Acebes, Zaplana y Rajoy. Se trata de una estrategia racional que, deliberadamente, genera un discurso delirante y unos guiños políticos ultraderechistas. “Hacerse el loco” no es ninguna locura, y puede ser una inteligente y racional estrategia de supervivencia (si no, que se lo pregunten a los soldados, en tiempos de guerra). Al igual que hacer gestos fachas no tiene por qué ser facha. En síntesis, mi hipótesis es que el PP se hace el loco y el facha por que le interesa, pero que no está ni loco, ni es facha.

¿Y por qué le interesa? En la respuesta a esta pregunta es donde interviene la tercera hipótesis: la estrategia racional, ante el medio hostil. El centro político español (la mayoría social y electoral) está situado en el centro-izquierda europeo, mientras que el PP es percibido como derecha pura y dura. El desencuentro básico entre esta mayoría política y el PP se sitúa en cuatro ámbitos: la asociación al franquismo (carencia de libertades políticas y sociales), a los poderosos (carencia de política social), al clericalismo (carencia de libertades individuales) y al centralismo (carencia de derechos autonómicos). Esto hace que sectores enteros de la izquierda, los jóvenes, el mundo de la cultura, gran parte de la sociedad vasca y catalana y las clases trabajadoras madrileña y andaluza, entre otros, tengan descartado, por completo, votar alguna vez al PP.

La percepción de esta situación llevó al PP a una estrategia de desgaste de Felipe González, basada en la ocultación del programa (el famoso “programa oculto”, denunciando por los socialistas) y concentrada en dos temas, más propios de la izquierda que de la derecha, como son el GAL (la guerra sucia contra ETA) y la corrupción. Conseguida la victoria en la legislatura entre 1996-2000, hizo una hábil gestión que, aprovechando la bonanza económica (“España va bien”), se dirigió hacia la juventud y la izquierda (supresión del servicio militar obligatorio), pactos con CIU y PNV y ningún interés en reformar leyes como la del aborto, con lo que esto tenía de pleitesía hacia la Iglesia Católica.

Obtenida la mayoría absoluta en las elecciones del 2006, la dirección del PP creyó que era el momento de iniciar cambios estructurales en la opinión pública española, para conseguir cambiar la mayoría política hacia el centro derecha. No se trataba tanto de desempolvar el “programa oculto”, que seguía ofreciendo un rechazo social enorme (decretazo, guerra de Irak, asignatura de religión, reforma del sistema de seguro agrario en Andalucía y Extremadura, etc.), sino de derechizar a la opinión pública. No era, pues, un problema de cambiar la oferta política moderadamente progresista del PP del 96, sino de transformar la demanda civil.
Este era el objetivo que perseguía Aznar, con la creación de la fundación FAES (a la que, irónicamente, Haro-Teclen definió como una “fundación para la izquierda”) y con la estrategia de la “lluvia fina”, que cala poco a poco y no te das cuenta. Pero de la “lluvia fina” se pasó, en la segunda legislatura, al “ojalá caigan chuzos” y del “España va bien” al “cuanto peor mejor”.
En la segunda legislatura, el PP y Aznar cometieron errores de precipitación y soberbia, al pretender acelerar más de la cuenta los cambios inducidos de la demanda política. En ambos errores, tanto en la precipitación como en la soberbia, hay un error en la exploración del medio. La precipitación comporta una mala percepción de los tiempos de respuesta e interacción con el entorno. Y la soberbia comporta una infravaloración del entorno y una supravaloración de la capacidad de autonomía propia.

El eje de toda su política del PP, en esta segunda legislatura, fue una “agenda negra” cargada de negatividades: el peligro de la emigración, terrorismo, nacionalismos separatistas, inseguridad ciudadana, espiral de tensiones con Marruecos y Latinoamérica, etc). La cosa llegó a tal límite que el Ministro del Interior (Acebes) llegó a facilitar unas estadísticas sobre inseguridad ciudadana y delincuencia común mucho más negativas que las cifras reales (tal como desmintió el SUP). El gobierno de Aznar exageró no sólo las cifras de la delincuencia, sino también las del terrorismo y la emigración. Provocó todo lo que pudo a Marruecos (el incidente de Perejil fue un momento especialmente peligroso e irresponsable) y criminalizó a todo tipo de nacionalismo que no fuera el español.

¿Por qué esta conducta aparentemente estúpida? Si analizamos estas conductas, en función del objetivo de generar una demanda política conservadora y desplazar la agenda política hacia aquellos temas donde la derecha es hegemónica, entonces la estrategia es racional. Para generar esta demanda política conservadora es necesario centralizar la percepción social en determinados peligros y riesgos: la división de España, la invasión de emigrantes, la inseguridad ciudadana generalizada, el peligro musulmán y marroquí. De esta forma, la opinión pública española debiera sufrir un paulatino proceso de derechización que cambiaría la mayoría electoral. Si esto no ocurría, la única opción de gobierno de la derecha, en España, sería gobernar “disfrazada de izquierda” (como en la primera legislatura 1996-2000).

Esta obsesión por cambiar la demanda condujo a un conjunto de errores políticos, cuyos máximos exponentes fueron dos: la guerra de Iraq (la foto de las Azores, donde todo el mundo parecía estar preocupado, menos Aznar, que mostraba un gesto de estúpida felicidad) y las mentiras y manipulaciones sobre el atentado del 11-M. Este es un caso claro donde se verifica que dos errores no corrigen uno, sino que lo multiplica (el efecto “bola de nieve”). Se quiso tapar el error de la guerra de Irak con el error de mentir sobre los atentados del 11-M, atribuyéndoselo a ETA.

Y en esas estamos ahora, con el PP asilvestrado y practicando una oposición frontal al gobierno de Zapatero. ¿Pero es, la actual estrategia, un tercer error para tapar los dos anteriores (Iraq y las mentiras del 11-M)? ¿Sigue, el PP, todavía arrastrado por el efecto “bola de nieve”? Creo que no. Pienso que se trata de la mejor de las opciones posibles para el PP, teniendo en cuenta que la estrategia de base sigue siendo correcta (desplazar hacia la derecha el centro político español, generando una nueva demanda política más conservadora) y los errores cometidos en la segunda legislatura. La estrategia actual contiene tres objetivos: primero, no hablar de la guerra de Iraq (y en todo caso, sugerir que fue un error bienintencionado). Segundo, fabricar una enorme confusión sobre lo que ocurrió el 11-M, para mostrar que el gobierno del PP pudo haberse equivocado (las cosas no están claras), pero no mintió ni manipuló. Y, tercero y último, mantener movilizado y cohesionado a su electorado, en espera de los errores del contrario o de la desmotivación de un parte del electorado de izquierda, que se iría a la abstención. Y creo que los tres objetivos, habida cuenta de la posición tan difícil de la que se partía, están siendo cumplidos razonablemente.

El PP ha conseguido que gran parte de la agenda política del gobierno y de la opinión publicada esté cubierta con sus temas favoritos (terrorismo, nacionalismo, emigración), y ha conseguido que una parte muy importante de la sociedad (que sólo se limita al voto conservador) dude sobre lo que ocurrió el 11-M. La estrategia de comunicación se ha basado en utilizar, no sé si conscientemente o inconscientemente, un mecanismo de ilusión cognitiva por el cual tendemos a creer, como más probable, aquel relato que tiene un guión explicativo que aquel otro que tiene un guión muy simple. Es lo que el neurólogo italiano Máximo Piatelli denomina “túnel por conjunción”. Han logrado producir, también, una imagen de confrontación y conflicto permanente, que puede hacer desistir a una parte del electorado de centro-izquierda hacia la abstención.Y todo esto lo están haciendo en continuidad con el objetivo último de la derechización de la opinión pública española. Es decir, están combinando, con altos niveles de ensamblaje, una estrategia defensiva y correctiva de los errores de la segunda legislatura, con la estrategia de base de desplazamiento del centro político hacia la derecha. Esto no le garantiza, ni mucho menos, un éxito electoral inmediato, pero sí aumenta mucho las posibilidades de mantener un partido y una oposición política cohesionada, y con un suelo social y electoral consolidado y elevado.Por tanto, y retomando nuestras primeras tres hipótesis, la respuesta es que el PP utiliza la simulación de la primera (psicopatológica) y la segunda (extrema derecha) hipótesis, para hacer posible la tercera (estrategia racional de desplazamiento de la demanda electoral). El PP ni esta loco (como en la canción, saben también lo que quieren), ni es un partido de extrema derecha. Sólo ha cometido errores (y su estrategia defensiva demuestra que sabe que los ha cometido) y quiere rectificar esos errores, sin cambiar el rumbo (la estrategia de base) establecido. El objetivo sigue siendo el mismo: poder ganar unas elecciones y gobernar con una amplia y sólida mayoría electoral y social, sin necesidad de estar, permanentemente, disfrazados de izquierda.