26 abril 2006

Proyecto Gran Simio: Ampliar los límites de la comunidad moral


Los Grandes simios (chimpancé, gorila, orangután, bonobo) son homínidos y miembros de la misma familia de la que forma parte la especie humana. Comparten con nosotros más del 98% del genoma y unas características neurocognitivas, culturales y conductuales muy parecidas. Son capaces de aprender, comunicar y transmitir lenguajes como el de los sordomudos y tienen conciencia reflexiva de si mismos, relaciones de parentesco, identidad propia y reconocimiento de la alteridad del otro.
Pues, estos seres que están muy cerca de lo humano han sido considerados - o mejor dicho, desconsiderados -, hasta ahora, como meros objetos, juguetes o cosas ajenas a toda semejanza. Los grandes simios han sido torturados, maltratados, esclavizados y asesinados. Los hábitat (los bosques y selvas primarios) donde viven están siendo aniquilados y, según Naciones Unidas, se encuentran en un serio peligro de extinción.Por eso, surge Gran Simio y la Proposición no de Ley que hemos registrado en el Congreso. Perseguimos tres objetivos: evitar la desaparición de estas especies, conservando sus hábitat naturales. Prohibir la tortura, muerte o maltrato de los mismos. Y, finalmente, prohibir la esclavitud de los grandes simios, reconociendo un cierto principio de autonomía que debe ser respetado. Vida, dignidad, integridad y libertad: estos son los derechos que queremos para los grandes simios.
Algunas voces se han alzado diciendo que no se pueden conceder derechos humanos a los simios; que los hombres (sólo los hombres?) deben estar primero o que el esfuerzo debe dirigirse a los problemas humanos. Esto, por no conmutar las descargas clericales sobre la dignidad de la persona. Trataré de responder, brevemente, a cada una de estas objeciones.
(a) No se pueden conceder derechos humanos a animales.Todos los seres humanos son animales. No hay ningún ser humano que no sea animal. Es más, todo ser humano que no fuera animal sería, sencillamente, inhumano. Todos los derechos son humanos, ya que no hay ningún derecho que no sea humano, pues el derecho es una invención cultural (un meme) humano. Veamos en que consiste un derecho: es el reconocimiento ético, jurídico y político de un bien o facultad que debe ser protegida por el Estado y la Comunidad. Esto implica que no hay ningún derecho que se conceda a un animal que no sea humano. El verdadero problema no reside en si se conceden o no derecho humanos a los animales, sino cuáles son esos derechos y a qué tipo de animales se les otorgan. Y es aquí donde planteamos que los grandes simios, que tienen conductas e instituciones sociales protomorales y protojurídicas, deben de gozar de tres derechos básicos como son la vida, la dignidad e integridad y la libertad. En la historia del derecho, se han reconocido derechos a muchas entidades no humanas (figuras o entidades míticas o religiosas). Las entidades colectivas tampoco son humanas. Este es el caso de las naciones, las etnias, el género. Por ejemplo, pongamos España (léase Cataluña o Andalucía): no reúnen ninguna de las propiedades de los humanos. No tienen cuerpo ni forma humana; no hablan, no tienen cerebro ni sistema nervioso central. Las naciones, pues, son menos humanas que los grandes simios. Pero, sin embargo, a España - o a Cataluña, o a Andalucía - sí se le reconocen derechos nacionales o derechos históricos, cuando son menos humanos que un chimpancé o un bonobo.
(b) Primero los hombres…¿Y las mujeres, no son primero también? El intento de construir una jerarquización excluyente entre los seres vivos no sólo conlleva la separación radical entre animales y humanos, sino también la fragmentación excluyente entre los mismos seres humanos, por razón de género, etnia, clase social o discapacidad. ¿Por qué contraponer esta extensión de algunos derechos básicos, más allá de la frontera de la humanidad, a la preservación de estos mismos derechos, dentro de la especie humana? Lo que la conciencia y la ética ecológica nos dicen es exactamente lo contrario, que es la cooperación de la biodiversidad de especies lo que hace posible que la vida y, en concreto, la vida de nuestra especie exista . La lógica de la exclusión y la oposición entre especies es la que conduce a la crisis ecológica y a la puesta en peligro de nuestra propia subsistencia como individuos humanos… No hay ninguna contradicción entre los intereses de subsistencia de las especies entre si, sólo entre individuos de algunas especies. Por tanto, no es necesario elaborar una escala de la exclusión. La conservación de los bosques primarios, donde viven los grandes simios, es fundamental en la lucha contra el cambio climático y en la preservación de la biodiversidad y bioproductividad. Conservando estos bosques, se conserva el futuro de los grandes simios, pero también el de la humanidad.
(c) El esfuerzo debe dirigirse a las personas humanas. No hay esfuerzos parciales, pues existe una profunda interconexión en las tramas de la vida. Los mismos intereses que destruyen las selvas y a los bonobos son los que fuerzan la emigración y explotación humana. En esto consiste la visión de una izquierda contemporánea y ecológica: no en separar, sino en analizar y actuar sobre la interdependencia. Hay que alejarse, si queremos transformar la realidad de la balcanización ideológica y política de los movimientos sociales y las prácticas emancipatorias. ¿En qué daña, el reconocimiento de estos derechos, a los grandes simios, las luchas contra la pobreza, la marginación social o la Guevara? Todo lo contrario, se trata de luchas y de objetivos complementarios.
La gran diferencia que introduce el reconocimiento de esto derechos, con respecto a la lucha común por los derechos humanos es que amplía nuestra comunidad moral y genera una nueva fraternidad. Cuando una persona es torturada, todos tenemos claro que se están violando sus derechos pero, y cuándo es torturado un bonobo, ¿también?. La introducción de los seres vivos y, en especial, de los grandes simios en la comunidad moral de los derechos supone un paso más civilizatorio, en la tendencia a la expansión del núcleo original de los derechos. Muchos se han reído de esta propuesta, pero también muchos se rieron de los abolicionistas de la esclavitud, de las sufragistas feministas o de los propios ecologistas. Veremos quién ríe el último…
Francisco Garrido es el Diputado y Portavoz Confederal de Los Verdes (adscrito al Grupo Parlamentario Socialista) que ha presentado en el Parlamento esta Proposición No de Ley.

20 abril 2006

"Esta semana morirán cien personas en la carretera..."


Así comienza un anuncio de la DGT en estas vacaciones de Semana Santa, advirtiendo de los riesgos de este tipo de vacaciones cortas. En estas fechas se hace un uso intensivo del automóvil y se lucha contra el tiempo, abusando de la velocidad, todo con tal de conseguir apurar más los días sin trabajo. Ver y beber más, ir a más sitios, recorrer más kilómetros … y todo esto en menos tiempo, en muy pocos días… En fin, la dictadura de la velocidad.
La DGT advertía de la fatídica cifra, con la ingenua (¿) intención de evitarla o, por lo menos, reducirla. Una profecía que no se cumple porque se anuncia. Desgraciadamente, no han muerto cien, sino ciento ocho personas. Y la profecía auto-negada, no ha funcionado, porque la siniestralidad en la carretera no es un problema de conductas individuales aisladas, sino una consecuencia directa del modelo de transporte, centrado en el automóvil privado.
El aumento de la siniestralidad está vinculado a la velocidad y a los estímulos culturales que fomenta la ilusión de la "inocuidad de la velocidad" y de la "invulneravilidad técnica" del conductor. Tenemos un parque móvil que no ha dejado de crecer, casi exponencialmente, en los últimos veinte años. Tenemos más y mejores vehículos; más y mejores carreteras. Pero seguimos teniendo muchas, muchísimas, víctimas.
Es por ello que el aumento de los accidentes esté directamente conexionado con el aumento de nuevas matriculaciones, que colocan a más vehículos en circulación por las carreteras, a más velocidad, y aumentan la ilusión de invulnerabilidad del conductor.
Entre las causas ocultas - y, lo que es peor, ocultadas - de los siniestros de tráfico, se encuentra lo que podemos denominar la siniestralidad programada o inducida por efectos del diseño del vehículo . Coches o motos diseñadas para adquirir velocidades importantes (tal como se les inculca a los jóvenes que demanden), con un estructura muy débil (para reducir precio, para que puedan pagar los jóvenes) y con una oferta publicitaria y financiera a la población joven. Son los denominados coches voladores los que matan esa enorme cantidad de jóvenes, de entre 18 y 25 años. Sabemos que los elemento del diseño, tanto mecánico, material, ergonómico, como publicitario y financiero del vehículo, van a generar una siniestralidad inducida. Pero casi nadie hace nada para impedirlo.
La DGT, por ejemplo, lleva años ocultando la relación entre marcas, modelos y siniestralidad de los vehículos. En reiteradas preguntas parlamentarias y solicitudes de información, he intentado conocer esos datos que, sistemática e ilegalmente, se ocultan. ¿Por qué no se publican? ¿Dónde queda, entonces, la democracia y la soberanía del consumidor?. La poderosa industria del automóvil impone condiciones al mismo Gobierno. Por mi lado, pienso llegar con este tema al mismo Tribunal Constitucional, si es necesario.
La primacía del vehículo privado responde a su funcionalidad, para el sistema productivista-capitalista, y a su identificación con los mitos del imaginario colectivo masculino e individualista. El automóvil privado es el reflejo del dominio de clase y del domino de género, dentro y fuera de la estructura familiar. Los costes reales del transporte en automóvil privado no están, para nada, internalizados en los precios de mercado del coche. Estos costes son en realidad sufragados, cuando lo son, por los fondos públicos, en mucha mayor cuantía que las inversiones en trasporte colectivo y de bajo impacto ambiental.
Pretender desvincular el siniestro del sistema de transporte que lo produce, desviándolo hacia el ámbito aislado de la responsabilidad individual, es una estrategia de ocultación y de diversión de la naturaleza del hecho.
Francisco Garrido

"Disease Mongering": el tráfico de enfermedades inventadas


En la segunda semana de abril, se ha celebrado, en Australia, una Conferencia Internacional sobre el “disease mongering”, que viene a significar, en castellano, algo así como “tráfico o comercio de enfermedades”. Estas enfermedades ficticias son inventadas o producidas, por parte de las grandes compañías farmacéuticas, con el fin de medicalizar con productos propios ad hoc. Hace muy poco años, y en un publicación tan respetable como al Brithis Medical Journal, los investigadores Ray Moynihan, Ioana Health y David Henry, en un artículo titulado «selling sicness: the pharmaceutical industry and disease mongering» (br med j 2002; 324: 886-891.), demostraban cómo los laboratorios farmacéuticos estaban inventando unas supuesta disfunción sexual femenina, para ofertar tratamientos con drogas.

Se trata de la extensión, al campo del mercado y la industria farmacéutica, de algo que ya hace muchos años se desarrolla en el resto de la industria: la creación de nuevas o falsas necesidades, para el consumo de nuevos productos. Este es, en realidad, el nuevo producto: la fabricación de necesidades. ¿Qué ha fabricado, nuevo, Estados Unidos, sino el american way life? Se trata de crear mundos ilusorios, no para responder a demandas y necesidades reales y preexistentes - como hacia la religión -, sino para generar demandas y necesidades también ilusorias. Pero, llevar esto al ámbito de las enfermedades, parece muy fuerte… Un mundo ilusorio de patologías inventadas…
La industria farmacéutica no se centra en responder a las múltiples enfermedades que no tienen hoy una terapia precisa, sino en inventar enfermedades masivas en occidente. La técnica reside en `patologizar situaciones y estados que no lo son, como la menopausia, la vejez, la tristeza, para, a continuación, proponer el correspondiente nuevo medicamento. La pubertad, la delgadez o la gordura son enfermedades medicalizadas. Este es el caso de la anorexia, una supuesta enfermedad exagerada hasta el paroxismo y que arroja unas cifras de mortalidad muy inferiores a otras muchas patologías silenciadas (una media de tres defunciones al año, en los últimos cinco años).
Y lo peor de todo esto no es el engaño y la estafa consiguiente, sino que esta patologización falsa acaba siendo finalmente patogénica. Es decir, que uno o una, acaba a la postre, estando enfermando, producto del consumo de fármacos inútiles y de males inexistentes. Esto sin tener en cuenta los efectos sicológicos y sociales del stress y la dependencia del poder médico y farmacéutico, que la dinámica del desease mongering provoca.
Esta es la realidad de la industria farmacéutica. Entre la imagen beatífica que los laboratorios difunden de sí mismos, como centros de lucha contra la enfermedad, y la imagen terrorífica de propagadores de enfermedades que ellos crean para luego combatir, la realidad es menos buena y menos mala. Difundir falsas enfermedades con falsos remedios. Esta media maldad es más rentable y menos costosa. La maldad tibia es quizás la esencia de la maldad en el mundo y, por ello, infinitamente más peligrosa que las tenebrosas historias de conejillos de indias.
En esto días en que se discute en el Congreso y el Cenado una nueva Ley del Medicamento, sería necesario que esta perspectiva hubiera estado más presente en los debates y en las enmiendas. Desafortunadamente, la nueva ley no nos previne frente a esta tendencia de la mercadotécnica farmacéutica, y sólo se imponen en facilitar el acceso más generalizado a los productos de los laboratorios, y no a cuestionar su necesidad o su utilidad.
Francisco Garrido Peña