22 marzo 2006

Alegría, prudencia, coraje y generosidad…. [Tema: anuncio de ETA]


“Altanería en la derrota y generosidad en la victoria” W.Churchill”
La voz de mujer que lee el comunicado que anuncia un alto el fuego permanente, no habla de independencia, ni de presos, apelando al proceso democrático. Hay un trasfondo siniestro de retórica esencialista, en la alusión a los territorios vascos de Francia y de Navarra, pero ETA, al anunciar de esta forma y con estas palabras la tregua, está anunciando su definitiva derrota política. La única derrota posible, pues la estrategia de ETA nunca fue militar, sino política.
No diremos que el contenido político del comunicado de ETA es tan importante como el anuncio del cese de la violencia, por que eso, como la vida, es ciertamente lo primero. Pero ojo, el contenido político es extremadamente significativo. Y es ahí donde reside la derrota de ETA y del terrorismo: en el reconocimiento implícito de la superioridad de la democracia, que implica el uso de un argumento democrático, para deponer las armas. La derrota de ETA no reside en los presos, ni en los años de cárcel, ni en el endurecimiento de las penas. ETA no está derrotada porque dentro de unos días Otegui ingrese en prisión. Está derrotada porque no tiene sentido, porque su estrategia antidemocrática carece de pulso social y de sustento político, ético e histórico. Los argumentos que ETA utiliza para la tregua son los argumentos de sus enemigos (los demócratas), y ahí reside la huella indeleble de su final político.
No estoy de acuerdo con los que exigen que debe haber vencedores y vencidos. La victoria sobre el terrorismo no es la victoria de nadie, de ningún bando; es la victoria de un sistema, de una cultura política: la democracia y el Estado de Derecho. Por tanto, se trata de la victoria de todos (incluido aquellos que, desde la violencia, han luchado contra la democracia). En esto reside la superioridad ética e intelectual de la democracia: es el sistema de la universalidad. Por eso, aunque no hay ni vencedores ni vencidos, sí hay victoria y derrota.
Después de la impolítica que representa la violencia, toca abordar el debate nacionalista en el País Vasco y en todo el Estado español. En eso ya estamos. Pero eso… eso es ya política y, por tanto, diálogo, argumentación, presión, negociación, conflicto limitado, acuerdo, decisiones, mayorías, minorías, derechos. ¿Ven como está claro qué es lo que ha ganado?
Ahora hay que andar un camino que debe ser irreversible, pero que tendrá muchos obstáculos. En ese camino el Gobierno y las instituciones democráticas del Estado de Derecho deben tener prudencia, pero también coraje. Deben ser justas, pero también generosas. La democracia rompió siempre la simetría de la violencia y no combatió con sus mismas armas a los terroristas. No exijamos ahora, en esta hora de luz clara de la historia, que la democracia sea simétrica en la crueldad y la venganza con aquellos que practicaron el terror. Ellos no son nuestro modelo ni nuestros maestros.
Francisco Garrido

06 marzo 2006

El Plan Renove de los electrodomésticos y la paradoja de Jevons


En muchas ocasiones, la ciencia nos aporta una información que contradice al supuesto sentido común. El conocimiento científico es, en gran medida, contra intuitivo, pues, como decía Marx, si la apariencia y la realidad siempre coincidieran, no haría falta la ciencia. Esta reflexión es importante porque gran parte de la percepción ecológica de la realidad tiene una orientación contra intuitiva. Esto es lo que ocurre con la eficiencia. Parecería, en un acercamiento meramente intuitivo al problema, que, si aumenta la eficiencia local de una gama de artefactos, debe también aumentar la eficiencia global. Pero lo cierto es que esto no es así, sino que puede ocurrir, - y de hecho ocurre - todo lo contrario: aumenta la ineficiencia. Este efecto es lo que se ha denominado, en economía, la “paradoja de Jevons”. El matemático inglés Willian Stanley Jevons escribió, en 1865, una obra titulada “La cuestión del Carbón”, en la cual demostraba que la mejora en eficiencia tecnológica de la combustión del carbón, por medio de la introducción de la máquina de vapor, no iba a suponer un aumento la eficiencia energética global, sino todo lo contrario. La explicación residía en que esta mejora introducía un incremento muy fuerte en la tasa de consumo de carbón. De ahí surgió la formulación de la “paradoja de Jevons”, que ha tenido un relectura muy fructífera, por parte de la economía ecológica.Con posterioridad a la publicación de la obra de Jevons, los distintos cambios tecnológicos, en cada uno de los sectores, especialmente en bienes de consumo de masas, han confirmado la descripción del autor inglés. Hoy, los automóviles o los aviones son, individualmente, mucho más eficientes que hace cincuenta años, pero la totalidad del sistema de transporte por tierra o aire es mucho más ineficiente que antes. Actualmente, las lámparas son veinte veces más eficientes que hace un siglo y producir un kilogramo de acero cuesta veinte veces menos energía que a principio del siglo XX. Pero el sistema económico mundial no ha dejado de perder eficiencia y aumentar intensidad energética. El cambio tecnológico ha propiciado el aumento del uso y consumo de estos medios y, con ello, la disminución final de la eficiencia del sistema.La importancia de esta paradoja, para la economía ecológica, reside en que cortocircuita la “ilusión tecnocrática” de salida de la crisis ecológica. No basta con la innovación tecnológica aislada. Es necesario un cambio tecnológico, pero también político y social, para que la sostenibilidad y la eficiencia global sean posibles. De lo contrario, sólo estaremos “trabajando para el inglés…”Esto viene a cuento por la propuesta del Ministerio de Industria, para poner en marcha un Plan Renove de los electrodomésticos españoles. Entendemos que dicho plan no va a conseguir ni la disminución del consumo energético, ni un aumento de la eficiencia energética. Esta medida sólo va a servir para incentivar la renovación del parque de electrodomésticos español, con los costes materiales y energéticos de una obsolescencia artificialmente anticipada. El plan ignora los ciclos de vida de los electrodomésticos e incentiva una renovación que es claramente despilfarradora e ineficiente.Este tipo de medidas, aunque aumenta la eficiencia aislada y local de cada uno de los aparatos, disminuye la eficiencia global y final del sistema, pues, amén de los costes derivados del acortamiento del ciclo de vida tecnológico de los electrodomésticos, promociona e incentiva (por medio de primas económicas) el aumento del número de electrodomésticos y su uso indiscriminado. Este tipo de planes renoves han fracasado, en todos los sectores que se ha aplicado, con respecto al objetivo de aumentar la eficiencia y disminuir el consumo. Este es el caso de la industria del automóvil. Si observamos la tecnología disponible en la actualidad, en España podemos ver que es mucho más eficiente, objeto a objeto, que la existente hace treinta años, pero la eficiencia final y global es mucho menor.Si a esta tendencia inercial del mercado y de la tecnología, en una sociedad de consumo intensivo, le unimos un estímulo económico, inducido desde la misma administración, los efectos perversos son evidentes. La inversión pública, destinada a subvencionar este plan renove, sería mucho más útil, en la búsqueda de la eficiencia, si se destinara a actividades como la calefacción y agua caliente, con paneles solares térmicos, por ejemplo.Este plan es, en realidad, un programa de subvención encubierta a la industria de los electrodomésticos, algo de imagen verde y el efecto político de realizar un pago directo al consumidor, para la adquisición de un nuevo bien.
Francisco Garrido

01 marzo 2006

El Fascismo islámico y lo siniestro


La continua cooperación, por medio de la agudización del antagonismo entre la extrema derecha occidental y el fundamentalismo islámico, es un ejemplo notorio de la naturaleza fascista de gran parte del movimiento integrista islamista actual. El hecho es que se retroalimentan mutuamente, a través de provocaciones perfectamente dirigidas a elevar, hasta el paroxismo, una escalada de enfrentamientos y tensiones entre un occidente supuestamente cristiano y la totalidad del mundo islámico. La actual crisis con Irán es un buen ejemplo de ello. En este caso, hay incluso coincidencia de opiniones: la negación del holocausto judío.
La expresión “fascismo islámico” fue popularizada por F. Fukuyama, un personaje controvertido, mucho menos interesante que la celebridad que ha alcanzado, pero más sugerente que lo que reconoce el mundo académico europeo. Aunque difiero mucho de gran parte de las tesis de Fukuyama, sobre este asunto, creo que el núcleo central de la propuesta es acertada: el integrismo islámico es un movimiento político equivalente, en el ámbito de la cultura islámica, al que ha supuesto el fascismo en la cultura cristiana y occidental.
Que existan equivalencias no significa que haya, obviamente, una identidad total e intercambiable, pero existen equivalencias, políticamente muy potentes. Señalemos algunas:
1. Movimiento de masas, populista, reactivo contra la modernización y la democracia, supuestamente crítico con un orden social injusto.
2. La reacción contra la modernización se hace por medio de una aparente involución premoderna de reconstrucción de una “comunidad originaria pura“ tradicional (la unma islámica / la nación aria nazi), basada en la sangre, la identidad o la religión.
3. El integrismo islámico es un movimiento totalitario que abarca todo los ámbitos de la existencia social, configurando la teocracia como una teología política del mismo cariz que la teología política nazi de un K. Schmitt. El islamismo integrista no es un movimiento teocrático, sino teológico, disfrazado de teocracia. La teocracia no es moderna, la teología política sí.
4. El rechazo y el combate contra la democracia y el Estado de Derecho y a favor de sistemas políticos xenófobos y autoritarios (el odio y la obsesión homófona, el antijudaismo).
5. Comparten una estética y una mística de la violencia y el sacrificio,
6. A pesar de la aparente reacción involutiva, los medios y la organización usados por el integrismo islámico son extremadamente modernos.
7. El integrismo islámico se oferta como un movimiento antisistema, pero tiene una dirección y orientación muy conservadora y reaccionaria, controlada por las clases dirigentes árabes.
8. En este sentido funciona - al igual que el fascismo occidental - como una especie de mecanismo homeostático, contra las transformaciones democráticas e igualitarias. Recoge todas las quejas y las demandas de justicia de los pueblos islámicos contra occidente, para legitimar un movimiento reaccionario que profundiza aún, más, en la injusticia y la opresión.
9. Tiene una orientación patriarcal, con una economía libidinal, basada en la austeridad y en el antihedonismo y el antiindividualismo, muy represiva.
10. Existe una clara similitud en la génesis del fascismo europeo e islámico: ambos son demonios que se niegan a volver a la botella, ante las ordenes de la “derecha civilizada” que los saco a pasear para asustar y hacer el trabajo sucio. Así ocurrió en Alemania y en Italia. Y ahora le ocurre a Estados Unidos y a Arabia Saudí con el fundamentalismo islámico.
Ambos movimientos comparten, pues, una misma condición de “hijos monstruosos”.
11. Una última equivalencia reside en la funcionalidad conflictiva que el fascismo adquiere, tras su emancipación del control de sus protectores originales. La guerra contra el fascismo, en el siglo XX, y la guerra contra el terrosismo islámico es un potente instrumento de desarrollo del dominio del complejo militar industrial, de disciplinización de la conflictividad social y de alienación de la protesta y la rebelión.

Estas once notas creo que reflejan los parecidos que justifican la caracterización política del integrismo islámico como “fascismo islámico”. Ya sé que muchos podrían oponer otras nueve notas mostrando las diferencias. Entre estas diferencias se alude a la inconmensurabilidad cultural o civilizatoria (curiosa paradoja en la que incurren quienes así argumentan, pues acaban desembocando en la posición más indeseable: el choque de civilizaciones) entre el occidente cristiano y el mundo musulmán. Pues, aunque yo niego que exista ninguna inconmensurabilidad entre culturas, ni civilización alguna (los ecologistas negamos esta inconmensurabilidad, incluso con los animales y el resto de la comunidad biótica, con lo cual, mucho menos dentro de la especie humana) creo que, en este caso, es especialmente erróneo. El islán es más occidental que el cristianismo. Todas las religiones del Libro pertenecen a un mismo tronco cultural tamizado por Grecia y Roma. El islán, por ejemplo, es más griego y aristotélico que el cristianismo. Los enfrentamientos históricos entre cristianismo, judaísmo e islán se producen más por la enorme similitud y cercanía entre estas tres religiones que por las diferencias.
El islán es “el otro” de occidente. El otro construido y representado como siniestro, en el sentido que Freud daba a este término: aquello reprimido y terrible que, al mismo tiempo, es familiar y propio. La imagen del islán, en occidente, hace mucho tiempo que es representada como el doble siniestro de la misma cultura occidental. De manera aparentemente chocante, el fascismo islámico ha construido su discurso sobre esta imagen siniestra del islán cumpliendo, así, el papel asignado por sus creadores: las potencias occidentales (especialmente USA y el Reino Unido) y la secta wahabita, dominante en Arabia Saudí. Hay tanta distancia entre las diversas culturas islámicas y el fascismo islámico, como la hay entre la pluralidad de las culturas cristianas y el nazismo. ¿Implica, todo esto, que no hay ninguna conexión significativa entre el fascismo islámico y el islán? Por supuesto que no. Hay vínculos profundos con la religión y la cultura islámica, al igual que también los hubo entre nazismo y el catolicismo. Pero estos vínculos no agotan ni explican, causalmente, el nuevo fenómeno, ni pueden reducir la formidable diversidad de experiencias y posibilidades, tanto del cristianismo como del islán. ¿Cómo entender, sino, que la religión del amor de los místicos medievales sea reducida a los campos de concentración? ¿O que el hedonista y tolerante islán de al-andaluz se identifique con la estúpida y obsesiva entronización de la violencia y el martirio de al-Quaeda?
La clave ideológica de la convergencia entre el fascismo occidental y el islámico hay que buscarla, tal como hemos indicado al principio, en la teología política que comparten ambos movimientos. La teología política es un producto exclusivamente moderno. Antes del primer proceso de secularización, lo que existía era política teológica o teocratismo, pero en ningún caso un intento de fundamentar políticamente la teología (es decir, un conjunto impenetrable, incomprobable y heterónomo de creencias fundadoras y fundamentadoras). Esto se encuentra ya en Kant, cuando la existencia de Dios es una idea de la razón práctica, de tal forma - y no al contrario, como ocurría en la ontoteología tradicional medieval - que es la ética y la política (lo social) las que producen la idea de Dios, como condición de posibilidad para que todo la restante producción social se asiente sobre la idea de Dios, como idea y fundamento incondicionado: producir (fundary fundamentar) aquello que nos fundamenta. Un juego tautológico que, en la brillante desnudez de la obra de Kant, nos dota de una perspectiva de vértigo, insoportable para las formas de poder que, por su majestad o por su santidad, encuentra el vacío que esconde tras el derecho divino de los reyes y el derecho natural de las leyes.
La teología política fascista (occidental e islámica) es una reacción de cierre de este vacío, por medio de la acción (la violencia redentora) y la sumisión (la reconstrucción amañada de nuevas instituciones que se presentan como tradicionales).
Detrás de todo esto, se esconde la continuidad de las formas de gestión de la dominación y de legitimación de la desigualdad. El miedo insoportable a la libertad, a la autonomía, a la igualdad y a la democracia. Por ello, el discurso fascista se construye contra el liberalismo, el republicanismo, el socialismo, el feminismo; ya sea en la versión de las democracias decadentes de entreguerras o de los regímenes degenerados e imperialistas del occidente capitalista actual. Pero lo terrible del fascismo es que comparte su núcleo duro ideológico con el capitalismo globalizado.
Por eso es importante la caracterización política, más allá de disquisiciones más o menos académicas, del integrismo islámico como fascismo, para que todos los que desean rebelarse contra este capitalismo globalizado - tanto en el interior de occidente como en el exterior -, de la pobreza y la marginación, identifiquen bien al enemigo. Al-quaeda es tan enemiga de la libertad y de la justicia como el capitalismo globalizado. Bush y Bin Laden, La Alianza con la cultura islámica, en la lucha contra el fascismo islámico, es un objetivo central.
La lucha contra el fascismo islámico en Europa, donde pretende provocar una guerra civil religiosa entre las poblaciones musulmanas de origen emigrante y la población no islámica, debe ser un objetivo de la izquierda alternativa y de la ecología política, como lo es la lucha contra el capitalismo globalizado, la derecha xenófoba y racista o el imperio USA.
Francisco Garrido