14 febrero 2006

Bill Gates, Razinger y el Gobierno Socialista se oponen a la legalización de la prostitución. Argumentos por las libertades del cuerpo.



El Gobierno español ha dicho NO a la propuesta de la legalización de la prostitución y de los servicios sexuales. ¿Por qué? Según el Gobierno, se trata de una “práctica intrínsicamente degradante”. En el mismo momento que trato de escribir este comentario, encuentro que la palabra prostitución no existe en el diccionario de mi programa (Word Microsoft). Sigo buscando y tampoco encuentro ramera o puta. ¿No existen esas palabras en el castellano? ¿No son de uso común? ¿No están, incluso, en alguno de los diccionarios? Micrososft ha decido que en España no hay putas, ni rameras, ni prostitutas. ¿Será que Mocrosoft piensa, también, que “es una práctica intrínsecamente degradante”. Total, que el Gobierno Socialista, Microsoft y la Razinger piensan igual de la prostitución. Por cierto, que la Iglesia no reserva eso de la “práctica intrínsecamente degradante” a la prostitución, sino que la extiende a la homosexualidad, al sexo fuera del matrimonio (Católico, porque el civil es puro concubinato) o aún dentro del mismo, cuando el sexo se realiza con fines extrínsecamente reproductivos y, por tanto, exclusivamente libidinosos (es decir, que busca sólo el placer).
La actitud parece ser la misma (la de Microsoft y el Gobierno): como es degradante, se borra del diccionario o de la regulación. No existe. Pero el comercio de servicios sexuales existe. En muchas ocasiones, de manera involuntaria, violenta y abusiva. Pero, en otras ocasiones, de forma voluntaria. Negar esta evidencia es estúpido y favorece la explotación, la violencia hacia las mujeres y hombres que practican el comercio sexual. A nadie interesa más la prostitución ilegal que a los proxenetas y a todos aquellos que viven de explotar aquellas personas que ejercen la prostitución.
Bueno, me olvidaba de la postura de la Iglesia… siempre tan amiga de los derechos de las mujeres y de las libertades…
¿Qué hacemos, entonces? ¿Perseguir cada acto sexual, mediado por intereses económicos o transacción comercial, porque, si no lo perseguimos, se producen esas relaciones tan denostadas - y aunque se persigan también -, sin garantías, ni regulación, ni control sanitario, ni derechos...? Pero ¿a dónde irá a denunciar aquella persona que se considere estafada, explotada o vulnerada, en sus derechos laborales?
Abalicemos los argumentos que se expresan contra la legalización y que, a mi juicio, encubren argumentos morales - respetables, en el ámbito privado de las creencias y las conductas individuales, pero inaceptable en su extrapolación al ámbito de la ética pública o del derecho-. Para ello, miraremos críticamente las diez razones, para no legalizar la prostitución, que da la Fundación Mujeres y edita el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales:

1. “La legalización es un regalo para los proxenetas”.
Primero, habría que aclarar qué significa “proxeneta”. Pero, si se entiende por tal a aquel que obliga y explota a una mujer, en el ejercicio del comercio sexual, entonces la legalización no es ningún regalo, porque ésta prohíbe la práctica del proxeneta y hace que la persecución sea más eficaz. Pero es más: desde el punto de vista del interés económico, la legalización restringe la posibilidad de beneficios, al someterlo a la legislación laboral y a control e imposición fiscal. ¿Dónde está el beneficio económico? Ya les gustaría, a muchos empresarios, tener el régimen laboral desregulado de la prostitución. En todo caso, si encuestáramos a esos proxenetas, no creo que estuvieran muy de acuerdo con la legalización.
2. “La legalización promueve el tráfico sexual”.
Esto es empíricamente indemostrable y ética y jurídicamente irrelevante, si “por tráfico sexual” debemos entender actividad sexual mercantil voluntaria y legal. Nuestro país es el mejor ejemplo de cómo, en la actualidad, no deja de crecer ese tráfico, pero dañando derechos y libertades de las personas que participan en él.
3. “La legalización no supone un control de la industria del sexo”.
Un control completo, claro que no. Al igual que la regularización de los trabajadores emigrantes tampoco implica el control total de la emigración clandestina o ilegal. Ahora bien, no cabe la menor duda de que el control es mucho mayor en una situación legalizada. Si el control es un valor, la legalización es la forma más eficaz de maximizar ese valor. Mucho más, por supuesto, que la ilegalización o la tolerancia.
4. “La legalización aumenta la prostitución ilegal y en la calle”.
Rotundamente falso. Ahora toda la prostitución es ilegal y no hay instrumento alguno para luchar contra ella y contra el uso de la calle. Por tanto, por muy bajo que fuera el porcentaje que entrara dentro del cupo legal, sería mayor que en la actualidad, donde el cien por cien de la prostitución es ilegal.
5. “La legalización promueve la prostitución infantil”
¿Por qué? ¿Acaso la regularización del trabajo promueve el trabajo infantil también? ¿Es que, ahora, no hay riesgo altísimo de prostitución infantil? ¿Cómo deteriora los instrumentos jurídicos de lucha contra la prostitución infantil, la legalización? ¿No es exactamente lo contrario: que la legalización dota de más instrumentos para luchar contra esta forma aberrante de prostitución, al regular y aumentar el control del sector?
6. “La legalización no protege a las mujeres prostitutas”.
¿Y la prohibición las protege más? La legalización es la única forma de proteger los derechos de estas trabajadoras del sexo, pues regula y reconoce derechos.
7. “La legalización aumenta la demanda de la prostitución".
Desde el punto de vista económico, en ningún mercado rígido o de baja elasticidad, como es el del comercio sexual, no hay relación directa significativa entre la legalización y el aumento de la demanda. En todo caso, de darse algún cambio previsible, es el de disminución de la demanda, por aumento de los costes finales del servicio sexual derivado de la repercusión en el precio final de los nuevos costes derivados de la fiscalidad. Pero, de todos modos, el aumento de la demanda de servicios sexuales voluntarios y regulados no debe plantear ningún problema a la ética pública o al derecho. Sólo es un problema para las conciencias individuales, para a las que sus creencias morales les repugna tal práctica. Esas conciencias escrupulosas lo que deben hacer es abstenerse de practicar tan degradante actividad. Pero no imponer a los demás sus respetables preceptos privados.
8. “La prostitución no protege la salud de la mujeres".
¿Y la ilegalización y descontrol actual sí? La única manera de controlar y proteger la salud de las mujeres y de los hombres, la salud pública, es con la legalización, como en cualquier otra faceta de la actividad laboral.
9. “La legalización no aumenta las posibilidades de elección de las mujeres”.
Si en la situación actual de ilegalidad y no regulación la extorsión y la coacción alcanza su grado más alto, es imposible que con la legalización no aumente la capacidad de elección. Si esto es cierto para cualquier relación social sensible y vulnerable (laborales, matrimoniales, administrativas), por qué no ha de ser válido, también, para el comercio sexual. La legalización es el único marco que posibilita cierto margen de elección a las mujeres y hombres que practican la prostitución. Y digo cierto por que, en una sociedad muy desigual e injusta, el trabajo asalariado, costoso y heterónomo es sólo muy relativamente libre. Pero esto es aplicable a múltiples formas de trabajo asalariado e, incluso, a instituciones como el matrimonio. ¿Qué institución hay más esclavizante, para la mujer, que la matrimonial? ¿Justificaría, por ello, su no legalización, desde perspectivas igualitarias y democráticas?
10. “La legalización de la prostitución no eliminan la explotación”.
El concepto de “explotación” tiene definiciones muy diversas. Una de ellas es la clásica marxista, que asocia explotación a toda forma de trabajo asalariado, basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la dominación del capital sobre el trabajo, por medio de la obtención de plusvalías del trabajo. Desde esta perspectiva, no hay duda que la legalización no acaba con la explotación, pero nos da más y mejores instrumentos para luchar contra ésta. ¿Hay algo con mayor riesgo de explotación que la actual situación de ilegalidad y desregulación de la prostitución? ¿No implica, la legalización, reducir, drásticamente, el riesgo de situaciones de explotación en la prostitución?

Hay otras razones que están, en gran medida, detrás de las razones aducidas por la Fundación Mujeres. Estas razones suponen que no es aceptable, moralmente, que determinado tipo de reacciones humanas sean mercantilizadas, dado que afectan a la intimidad. Esta es una posición respetable, que podemos compartir en cierta medida. Pero la objeción a esa extensión corrosiva de las relaciones mercantiles no es mayor en el caso del sexo que en el caso del arte, de la ciencia, de los relaciones familiares, de la sanidad o de la educación. Hay muchas relaciones y servicios sociales e individuales que deberían estar fuera del reino de la mercancía, pero eso no podemos aplicarlo sólo al sexo y por encima de la autonomía del sujeto individual, que decide qué debe o no hacer con su propio cuerpo. Negar el derecho de una mujer o un hombre a prostituirse es como negar su derecho a la autonomía individual. Ya sé, ya sé... Me dirán que la elección no es libre ni voluntaria. Pues de eso se trata con la legalización, que sólo sea legal la prostitución voluntaria y regulada, con límites y derechos. ¿O hay alguien que crea, sinceramente, que el ejercicio de la prostitución será más libre y voluntario si es ilegal y desregulado?
Ninguna de estas razones representa alternativa alguna a las situaciones de explotación, violencia y dominación que se dan en la actualidad de la prostitución, en España. La legalización, por el contrario, maximiza valores como el control, la regularización, la libre elección de las prostitutas o el cuidado de la salud pública. Valores que están muy dañados por la actual situación de ilegalidad.
¿Cuál es, pues, la alternativa a la legalización? El abolicionismo. ¿Pero es correcto el uso de esta expresión? No. Se trata de unuso falaz y engañoso que plantea la trampa, semántica, por simplificadora, de hacer parecer la prostitución como una institución jurídica que puede ser jurídicamente abolida, por la vía de la ilegalización (o, lo que es lo mismo, por medio de una decisión normativa). Sólo se puede abolir algo que está instituido legalmente, como la “esclavitud” - que era una institución jurídica - o la “pena de muerte” o las “prisiones”. Pero no se puede abolir el robo, ni el homicidio, ni el engaño, ni la infamia, ni la agresividad. Y, por poner ejemplos positivos, tampoco se puede abolir la creatividad, la expresión…. Por tanto, la auténtica alternativa no es la abolición, ya que no es posible eliminar la prostitución por una decisión legal, con la ilegalización o la tolerancia hipócrita, tal como se practica en la actualidad.
¿Y, si detrás de toda esta parafernalia abolicionista, se esconde el miedo a que los individuos (y especialmente las mujeres) puedan decidir, incluso decidir el "mal moral"? ¿Y si bajo el abolicionismo emerge, de nuevo, el fantasma monstruoso del patriarcado, disfrazado, esta vez, de “paternalismo seudofeminista”? No es el mismo miedo que niega la eutanasia, la legalización de las drogas, la homosexualidad o el transexualismo: “una práctica intrínsecamente degradante” ¿El “paternalismo seudofeminista” no piensa, como las doctrinas religiosas patriarcales y falocéntricas, que las mujeres son, esencialmente, corporalidad cosificada en la genitalidad? Y que, por tanto, la venta de las relaciones sexuales afecta a la venta de su propia esencia. Esto convierte todo contrato de prostitución en una forma de esclavitud. Pues la esclavitud no es la venta de algo, sino de alguien: “una práctica intrínsecamente degradante”. Pero, en realidad, sin manipulaciones moralistas, la prostitución es vender algo y no alguien. Y es que es importante diferenciar entre Esclavitud y Prostitución, cuando hablamos del tema. Quien es directamente obligado es esclavo, no prostituto/a.
¿Pero no es el capitalismo, la emigración forzada, la desigualdad, la crisis ecológica creciente lo que sí es “intrínsecamente degradante” y que convierte cualquier relación social que toca en figuras del dolor y alineación? Como ecologista, garantista y republicano tengo que oponer a las fuerzas ciegas del interés y el beneficio privado, del mercado-capital y la mercancía la fuerza democrática e igualitaria del Derecho, que no nos garantiza el éxito en la lucha contra la dominación, la explotación, el sufrimiento, pero nos dota de instrumentos eficaces y dignos para luchar permanentemente contra ellos.
Hay, por último, una especie de variante colectiva del viejo argumento ad hominen (versión actualizada del no menos viejo argumento de autoridad) que dice que no se debe legalizar la prostitución, porque se opone al movimiento feminista. Hemos de rechazar todo argumento de autoridad, pues es un argumento invalido, dada su nihilidad argumentativa. Pero, en este caso, hay algunas matizaciones más que hacer. En primer lugar, es radicalmente falso que la totalidad del movimiento feminista se oponga a la legalización. En este tema, existe una división importante, ya que hay feministas que opinan de un modo y de otro. Por el contrario, en el bloque antifeminista y patriarcal (las organizaciones religiosas, con la Iglesia Católica al frente, la derecha), sí que existe unanimidad contra la legalización de la prostitución ¿Por qué? Pues porque se oponen a la autodeterminación de los seres humanos y, especialmente, si esos seres humanos son mujeres. Si el movimiento feminista persigue - como ciertamente así es - la autodeterminación de las mujeres y de todos los individuos en general, no hay motivos fundamentales de oposición a la legalización de la prostitución.
Francisco Garrido Peña