17 mayo 2006

La Izquierda y la peligrosa idea de Darwin...


Peter Singer, uno de los promotores del Proyecto Gran Simio, publicó, hace pocos años, un librito que se denominó “Por una izquierda darwinista”, en el cual abogaba por una síntesis entre los ideales igualitarios y emancipatorios de la izquierda y los condicionantes etológicos, biológicos y ecológicos de nuestra especie. Arremetía, así, contra una izquierda idealista, de raíz más hegeliana que marxista, que ha hecho de lo social una nueva reencarnación del espíritu, más allá, de todo límite material y físico.
Para Singer, la asunción de las tesis evolucionistas del darwinismo era la prueba de fuego de esta nueva síntesis neomaterialista. Los objetivos políticos de la izquierda podían encontrar un suelo firme de realización y fundamentación en ciertas disposiciones biológicas animales. El recuentro entre el animal que somos y el animal que hemos llegado a ser es, para Singer, el mejor y más directo camino hacia una civilización sostenible, pacífica, democrática e igualitaria.La ignorancia de estas constricciones biológicas y materiales han conducido a la especie humana al “delirio de omnipotencia”, que tiene como efecto la crisis ecológica. Pero también ha provocado el fracaso de la realización de los ideales de la izquierda. Sin esta adaptación a la realidad primordial de la izquierda, le queda el refugio de las utopías. Compite ahí en el mismo territorio de las religiones: el consuelo o la alucinación.
Por esto Marx, que tuvo una clara vocación materialista, atacó despiadadamente al socialismo utópico, tanto o más que al liberalismo o al conservadurismo religioso.Si como diría R. Dawkins, el único objetivo común de todo lo que existe es reproducirse (o durar, que dijo también Bergson), serán éticamente preferibles aquellas estrategias más exitosas que alcancen mayor y mejor nivel de extensión de la vida y su diversidad (tanto individual como colectiva).Llegados a la situación en que estamos (posibilidad de desaparición de nuestra especie), hemos de plantearnos el uso de nuestros propios artilugios evolutivos (mucho de ellos de carácter simbólico o cultural), para salir de esta fatal encrucijada.
La disyuntiva no está ya entre “socialismo o barbarie”, como gritaron Castoriadis o Morin, sino entre “ecología o aniquilación”.En ese bagaje cultural de nuestra especie, los ideales y principios de la izquierda se muestran mucho más naturalmente eficaces para la conservación de la vida. Valores como la cooperación, la interdependencia, el pluralismo, la igualdad, forman parte de la economía moral de la izquierda y son imprescindibles para la sostenibilidad.Esta dimensión cultural o simbólica de la humanidad nos ha hecho una especie muy eficiente, desde el punto de vista cognitivo y conductual. Por ejemplo, tenemos un lenguaje que con 80.000 palabras somos capaces de elaborar una trama casi infinita de expresiones, descripciones, instrucciones, mensajes. Igualmente ocurre con los números naturales. Esta extrema eficiencia antropológica ha generado una gran superioridad competitiva con nuestro entorno, y ello un desbordamiento de los límites ecológicos de nuestro ambiente.
La paradoja es que, a base de eficiencia cognitiva (interna), hemos alcanzado un altísimo grado de ineficiencia social y ecológica (externa). Podemos decir que la soberbia que ha emanado de nuestra eficiencia interna nos ha conducido al olvido del modelo de eficiencia externa que son los ecosistema naturales.El giro ecológico y biológico implica poner de acuerdo la eficiencia evolutiva (cognitiva) de nuestra especie con la eficiencia tecnológica (metabólica) de la misma, en relación al ambiente.
El modelo para la eficiencia y la sostenibilidad está allá en la naturaleza (la biomímesis), pero también está en nuestra propia naturaleza (neuromimesis). Aprender de nuestro cerebro, de nuestras relaciones sociales primordiales, para organizar nuestras relaciones ecológicas. En el mismo plano donde surge el problema del metabolismo ecológico insostenible de la especie humana (en la eficacia cognitiva y social) reside gran parte de la solución (la neuromímesis). Si la biomímesis nos enseña cómo organizar de forma sostenible nuestros intercambios metabólicos con la naturaleza, la neuromímesis y etomímesis nos deben enseñar cómo autorganizarnos, para que la biomímesis sea más fácil y posible.
En esta reconciliación con la eficiencia original de la que venimos, juega un papel fundamental la etología animal y, en especial, la primatología. En los grandes simios están muchas claves del hombre y de la mujer que fuimos y que somos. Por ejemplo, la función del juego y del sexo, en las sociedades de bonobos, nos ilustran como es posible el uso del tiempo y del goce, rico en el despilfarro improductivo y austero, en el uso de los recursos materiales.Conservar y proteger a los grande simios no sólo es un deber derivado de la responsabilidad que hemos contraído, por haber alcanzado las altas cumbres de la destrucción mutua asegurada, (principio de responsabilidad de H. Jonas), y de la necesidad ecológica de proteger la biodiversidad. Es, también, una fabulosa oportunidad pedagógica para nuestra especie. No podemos avanzar, en nuestra renaturalización, sin ampliar los horizontes de la igualdad; sin reconocerlos como semejantes.Al igual que las estrategias económicas y tecnológicas sostenibles (la economía solar, por ejemplo) que hemos aprendido, por medio de la biomímesis, es la única infraestructura material y tecnológica capaz de generar un mundo donde sostenibilidad y justicia se complementen. Donde el modelo productivo sea ecológicamente universalizable a toda la especie humana. De igual modo, la neuromímesis y la etomímesis sientan las bases de la tecnología política, ética y jurídica, capaz de dotar de suelo ontológico a la realización de los principios y valores de la izquierda y de la sostenibilidad.
Estamos en las puertas de una era biopolítica, donde la vida se convertirá en la principal categoría política. La izquierda darwinista está llamada a ser la izquierda de la era biopolítica, de igual forma que el socialismo fue la izquierda de la era industrial. Todo esto no lo ha entendido la izquierda tradicional, demasiado concentrada en el idealismo sociologista, el mecanicismo funcional y en el atomismo ontológico. Empeñados en reducir la igualdad a una generación y a una especie, en cambiar sólo las relaciones, y no las formas mismas de producción. Con ojos sólo para la explotación social, pero ciega ante la insostenible explotación de los recursos naturales del metabolismo social. Esta izquierda es el vivo ejemplo de la impotencia, de la jeremiada permanente, del moralismo inocuo. Como las religiones, sólo le queda institucionalizar los usufructos emocionales de la impotencia, por medio de una economía del rencor.
La izquierda biopolítica debe retomar el impulso spiniozista hacia la potencia y la piedad, hacia la política de la alegría, que surge y asienta alianza con la vida, como categoría política. La “peligrosa idea de Darwin “, es el título de un magnífico libro del filósofo D.Dennett, donde nos informa de lo cambios profundos que la propuesta darviniana tiene para nuestro mundo. Entre Darwin y Spinoza está el futuro de una izquierda que debe hacer suyo el aserto del pensador judío holandés, cuando escribió: ”Nadie sabe lo que puede un cuerpo”….
Francisco Garrido Peña

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un hombre sensato Piter Singer. Gracias por darmelo a conocer porque esa misma idea ha estado revoloteando por mi mente desde hace mucho tiempo. Estoy seguro que será un fructífera lectura.

José María Mateos dijo...

Permítame una sugerencia en lo relativo al estilo, señor Garrido: sería muy conveniente que utilizase separación por párrafos. Un único bloque de texto se hace largo y pesado de leer.